Parte Única

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—¿Cómo acabaste con esa cicatriz, maese Lobo?

La única respuesta que recibe es una mirada hacía ella, sosteniendo el contacto visual el tiempo suficiente para hacerla sentir incomoda; pero con Lobo siempre ha sido así, como querer entrar en razón con una bestia.

Y el Shinobi recoge su calabaza de las manos de Emma, afianzándola a sus costados de su destruido haori, como solía traerla.

—Mi padre me la dio, cuando me encontró tras la conquista al clan Tamura—responde, moviendo su cuerpo hasta quedar frente a Emma, erguido por completo.

Su mente se pone a trabajar, tratando de enlazar las palabras de Lobo en algo que le signifique algo. Pero como era ya costumbre, se ve obligada a inquirir más para obtener una respuesta concisa.

—¿Te enfrentaste con maese Búho?

Lobo niega suavemente con la cabeza, su ceño fruncido agravándose por tan solo un momento.
—Yo estaba robando las espadas de los soldados muertos, mi padre me detuvo de hacerlo.
Emma reconoce sorpresivamente que el Shinobi carece de precisión de palabras; lo que la obliga a esforzarse en no mostrarle su desagrado o señalarle su falta de sentido común al protector de Kuro.

Inclusive, es cómo si Lobo aún mantuviese su código Shinobi frente a ella. Emma aprieta sus muñecas escondidas en las mangas de su haori en frustración.

"¿Es acaso que aún desconfía de mí?"

Y en sus adentros, igual reconoce que ese sentimiento podría ser reciproco. Porqué después de todo, las acciones de Lobo solo pueden ser entendidas por el mismo sujeto frente a ella. Ni Genichiro, Kuro, o el mismísimo Lord Isshin podrían ingresar en aquellos pensamientos enmarañados del hombre que ha regresado de los muertos una preocupante cantidad de veces.
Emma quiere reprimirle, dejar su deber como emisaria de Isshin y sincerarse. De poder mostrarle que, en realidad-

"No somos tan diferentes como pensamos"

Niños de guerra, sacados de la sangre por un fortuito accidente gentil. Criados bajo el seno de una familia poderosa y guerrera, ambos dominando el arte de la espada a corta edad. De salir de una guerra para entrar en otra al llegar a la adultez. Y para la sorpresa de Emma, de saber que los encuentros con Lobo han sido fugaces y breves. Emma no conoce ni su nombre. Solo aquellos comportamientos que ella guardó de esos singulares momentos en compañía.

"¿No podemos dejar de dudar de nosotros y ser honestos?"

Aunque, en perspectiva, Lobo no ha cambiado desde aquel entonces. Sigue siendo el paciente terco, despistado e inconcluso de siempre. Un verdadero dolor de cabeza.

—¿Lady Emma?
La mencionada reacciona, percatándose que su mirada está en el suelo y no en el hombre con brazo de prótesis. Corrige su postura y se encuentra con Lobo ladeado de cabeza y una mirada más relajada.
—Ah-titubea por un momento, ordenando sus pensamientos y tratar de nos mostrarse despistada frente al protector de Kuro—Disculpa, estaba pensando.

—Pensando—arrastra sus palabras, su voz un matiz más grueso que antes—¿Sobre mi cicatriz?.
Y Emma se cuestiona si Lobo está preocupado por ella, sí está siendo considerado por sus modales o simplemente curioso. Un rasgo del que, en ocasiones, le es difícil lidiar. La incongruencia le da vueltas la cabeza.

—Podría decir que si, aún no contestas mi pregunta. ¿Maese Búho te hizo esa cicatriz?.

Y de nuevo, Lobo frunce el ceño. Emma maldice en sus adentros.
—No había otra cosa que hacer. Mi padre tendría sus razones.

"Al menos no lo ha negado. Es un avance"

—¿Y hubo algún tratamiento de la herida después?—dice y da un ligero, pero seguro paso hacia Lobo. Notando gratamente que el contrario no responde a la defensiva con sus acciones.
Pero ante sus ojos, si le nota desconcertado. Una expresión del Shinobi bastante rara de ver.

La CicatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora