—¡Maldito animal, fíjate! ¡Casi tiras mis tendederos!
Escucho la voz y me reincorporo en la cama de inmediato.
¡Mierda!
Reviso mi celular y veo la hora toda borrosa. Las diez con quince. Lo sabía, sabía que ir a tomar unos "drink's" en domingo a las dos de la madrugada no era buena idea.
Tomó un gancho con un conjunto del clóset, una toalla y me meto al baño de una manera muy tonta y al mismo tiempo rápida, tiempo no tengo y ganas de ir a trabajar tampoco.
Salgo apresurada sin secar mi cabello, tomo mi bolso y una manzana a la mitad que encuentro en el refrigerador. Tengo que ir a hacer el súper hoy en la tarde.
Subo a mi auto, aviento mis cosas al asiento del copiloto y ahora, prácticamente piso y piso el acelerador para poder llegar a mi trabajo a tiempo.
...
—Apenas y llegaste, Vero.
Volteó atrás de mi y veo la figura masculina de mi compañero,
—Lo sé, Erick, también cheque mi reloj está mañana.
Él se empezó a reír y puso los ojos en blanco.
—¿Mala mañana? —pregunta.
—Mala vida.
Él vuelve a reír y le sonrió.
—Quisiera platicar cinco minutos más —le digo—, pero como ya lo notaste, voy atrasada y tengo junta.
Él solo asiente dando a entender que puedo seguir con mi camino, empiezo a subir las escaleras para el segundo piso y de paso el tercero, la sala de juntas estaba en el tercer piso y si corría con suerte, podría llegar sin que antes estuvieran ahí.
Al llegar a la puerta gigante de vidrio, la deslice y pude ver a Ángela sentada en una de las esquinas jugando con los bolígrafos, sonrió al ver qué solo está ella y un chico más de la oficina. Llegué antes que el jefe.
—Buenos días. —saludó a ambos.
—Buenos días —respondé el chico y sonrió de regreso.
—¡Hola tú! —habla Ángela—. Te preparé un café con mucha leche y mucha azúcar, cómo te gusta.
Sonreí y agradecí el gesto, pero, más que un gesto, era probablemente el hecho de que me había visto sumamente ebria hace unas horas y sabía que estaría hambrienta.
—Gracias Angi, ¿tienes las carpetas de los nuevos presupuestos?
Ella asintió.
—Perfecto, en cuanto lleguen los demás damos inicio a la presentación.
Ángela era mi secretaria y desde hace un par de años también era mi mejor amiga. La conocía desde que iniciamos el último año de bachiller y nos volvimos prácticamente uña y mugre. Era la mejor amistad que había tenido jamás.
—Entonces... ¿Quieres que salgamos a cenar está noche? —habló el chico frente a Ángela, ella lo miro mal antes de contestar.
—No, está noche nadie puedo cuidar a Regina.
Regina era la hija de Ángela, tenía cinco añitos y era la niña más dulce del planeta.
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Clásico amor adolescente
RomanceDespués de dieciséis años, lo que fue una pareja clásica de un amor adolescente, se reencuentra. Pero, ¿qué es lo que el destino prepara para ellos?...