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Jisung ya no fabricaba estrellas de papel, pero decidió que las cambiaría de vez en cuando. Así es como recortó y ensambló durante toda una semana los cientos de estrellas de diferentes formas y tamaños. El día que por fin las tuvo listas, se detuvo en su cama y sacó todas las figuras viejas reemplazándolas por otras nuevas.

Cuando miró a la cama de Jeongin y lo vio estirado, notó que sus ojos estaban pegados a su cuerpo, sin embargo, solo se sonrojó y preguntó:

- ¿Por qué me miras así?

- ¿Cómo? -El pelinegro inclinó la cabeza.

- Así.

- Porque eres hermoso, Jisung.

A partir de ese mes, comenzó ese círculo de comentarios extraños de Yang y el constante sonrojo de Han. También empezaron los fuertes abrazos sin motivo, los suspiros sonoros,y las miradas fugitivas o fijas y profundas. El corazón de Jeongin estaba hecho un lío y sus síntomas infectaron a Jisung en su camino.

Jisung comenzaba a ser frío todo el tiempo, uno silencioso al que no se le preguntaba por qué ya no decía nada cuando subía con cuidado a la cama del mayor cada noche. Unos minutos después de que se apagaran las luces. La quietud se suspendió por el sonido de tres ligeros pasos y el apacible ruido sordo del colchó. Jisung se acurrucó contra él y Jeongin ya no le dio la espalda como cuando tenía 13 años, no miró al techo como si tuviera 14, y ni siquiera se apartó un poco para dormir mirándole de frente como cuando tenía 15. Esta vez, se encargó de pegar a Jisung a su lado y apoyar su barbilla en la cabeza de este sin antes suspirar la esencia del menor. Jisung colocó sus manos en su pecho y entrelazó sus piernas con las suyas. Era agradable y en cierto modo divertido pensar que el mismo chico que le molestaba le hacía sentir tan bien.

Jisung besaba su mejilla todas las mañanas y todas las noches, cuando le compraba leche mencionando que tenía sed o cuando compraba esos chocolates. Cuando le hacía un favor o intentaba animarle después de haber sacado una mala nota en un examen o haber perdido con su equipo en un partido.

Pero a veces, no existía ninguna razón para que se inclinara hacia él y apretara esos labios suaves y rosados contra la piel caliente de su mejilla, simplemente lo hacía.

Stellular | JeongsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora