III.

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Él rio de nuevo, comenzando a correr la cremallera hacia abajo

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Él rio de nuevo, comenzando a correr la cremallera hacia abajo. Mi pene salió de su funda, duro y el sonrió goloso. Mientras se deslizaba hacia abajo, lo sostuvo con firmeza, como sopesándolo, y parece que le gustó lo que vio. Yo, desde luego, disfruté enormemente del roce de sus pezones bajando por todo mi cuerpo hasta que quedó de rodillas ante mí, como había soñado poco antes.

-Me gusta el envase, habrá que probar la bebida para juzgar- guiñó un ojo y su boca descendió para darle un suave pico a la punta de mi pene con sus mullidos y acogedores labios.

Y después, lentamente lo fue engullendo, con sus rosados labios rozando cada centímetro de mi. Con su lengua jugueteando y humedeciéndolo todo, rozándome como nunca nadie había hecho. Con su cavidad dándome su humedad y calor. Hasta que, finalmente, lo tuvo todo dentro, y ahí paró brevemente. A mi se me escapó un gemido, y a el una sonrisa que lo puso en movimiento.

Lentamente, fue ganando ritmo, como una canción que lentamente progresa en un in crescendo inevitable. Sus labios parecían una prisión de lo fuerte que apretaban, pero su roce era a la vez suave y placentero, una mezcla límite que me mandaba pequeños espasmos de placer. Los cuales aumentaron cuando, primero fingiendo timidez, levanto la mirada hasta cruzarla con la mía.

Tuve que reaccionar a toda velocidad y apartarla de mi pene o me correría allí mismo, sin avisar y sin poder disfrutar de el tanto como quería. Así que lo empujé con suavidad pero firmeza, y él se resistió, como si le fuese la vida en seguir chupando, con ansia y deseo desbocado. Pero me mantuve todo lo firme que pude y conseguir apartarlo.

-Espera, espera, que no quiero acabar. Todavía no, todavía no...- intentaba forzosamente recuperar la respiración, mientras él se limpiaba la boca de modo lascivo con dos dedos.

-¿No te gusto?- preguntó él, con un tono a medio camino entre lo inocente y lo endiablado, mientras hacía amago de acercarse.

Yo necesitaba bajar mi erección, necesitaba tiempo. Comencé a desnudarme a toda velocidad, arrojando la ropa, mientras pensaba a toda velocidad.

-Baila y desnúdate para mi- le dije, y a mi mismo me sorprendió el tono firme y convencido con el que se lo dije. Aquello me daría tiempo.

Él sonrió, poniéndose en pie. Le gustaba jugar, exudaba sensualidad por cada poro, y noté que le gustaba que yo tratase de aguantar. Creo que se lo tomaba como un reto. Sin música ni nada, se dispuso a demostrarme lo mucho que ponía a mi alcance, en forma de cuerpo de escándalo.

Comenzó con un suave vaivén de las caderas, sus manos y brazos se mecían en el aire, como si se deslizasen por corrientes invisibles, dejando ver la elegancia de sus formas. Despacio, de modo casi imperceptible, sus firmes piernas le fueron dando más energía a los movimientos de su cadera, a la vez que en un abrir y cerrar de ojos, daba una vuelta sobre si mismo para acabar de espaldas.

De espaldas, meneaba suavemente su culo de nuevo, dejándome contemplar con tranquilidad la dureza redonda del mismo. Debía dedicar mucho tiempo al gimnasio, a juzgar por la impresionante forma física que tenía. Sus caderas comenzaron a ganar de nuevo energía y entonces, sus manos, se fueron a su espalda. Solo el olor de su cuerpo, a medida que comenzaba a mostrarse, ocupaba la sala y me excitaba aún más si eso era posible. Olía a delicioso, deseoso de sexo, pleno, dispuesto, demandante.

-¿Así está bien?- preguntó él.

-A mi me han enseñado que cuando se empieza algo, hay que terminarlo- le dije, dejando que mis ojos vieron la firmeza suave de su vientre.

El sonrió depredador, vicioso, mientras bajaba ambas manos hasta el borde de la tela del pantalón. Y comenzó a deslizar los pantalones por sus suaves piernas, siempre empezando con suavidad, jugando hasta dejarlos caer de rodilla abajo hasta el suelo, dejándola gloriosamente desnudo.

-¿Te gusta lo que ves?- el tono irónico de su voz dejaba muy claro que sabía muy bien que sí.

Me puse en pie, y con fuerza lo abracé contra mi cuerpo, notando por primera vez la presión de sus pezones, el roce directo de su pubis, la suavidad de su vientre. En vez de rechazarme, él puso sus manos suavemente en mi pecho.

-Te voy a follar- le dije, directo, con demasiada adrenalina en la sangre para decirlo de un modo más suave-, pero antes te voy a devolver el gran favor que me has hecho.-

Con una sonrisa, giré  hasta que él quedó de espaldas al sofá, y lo empujé al mismo con suavidad. Él cayó sentado, sorprendido de que no fuese a poseerlo directamente, como probablemente otros habrían hecho en mi lugar. Yo me arrodillé ante él, en una postura similar a la que él había tenido, y le separé las piernas ante su sonrisa sensual.

-Hueles increíble- le dije, poco antes de que mis dedos comenzasen a explorar la parte más alta de sus muslos.

Él rió suavemente, quizás por mis palabras, quizás por unas cosquillas, y rebulló inquieto en el sofá. Pero yo no me aceleré, continué acariciando su piel, calentando tocando y explorando su intimidad, mientras mi boca subía a probar por primera vez sus pezones. Eran firmes y duros, y resistieron mis lametones como si estuviesen hechos para eso, demandando más mordiscos suaves y más chupetones. Mientras, mis dedos finalmente alcanzaron su polla, y comencé a acariciar suavemente.

¿Truco o Trato?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora