prólogo

392 32 0
                                    

Con su culo levantado, y su mejilla pegada al colchón y leves gemidos saliendo de su boca, Minho disfrutaba de las embestidas que su urólogo le proporcionaba con sus dos dedos perfectamente lubricados.

— ¿Te gusta como mis dedos follan tu hermoso culo, pequeña perra? —pregunto el pelinaranja tocando el punto P de su paciente. Al notar que este no contestaba le brindo una fuerte palmada en el trasero— Pregunte algo Minho, responde.

— Si, señor pero desearía que fuese su polla la que me follara —respondió entre gemidos.

— ¿Deseas mi polla? —preguntó con la voz ronca.

— Si, señor deseo su polla —logró responder.

Sonriendo ante la respuesta del menor, Chan siguió con su trabajo esta vez disminuyendo el ritmo para luego sacar sus dedos del culo de Minho, recibiendo así un sonido de protesta ante aquella acción. Notando lo impaciente que se había puesto el rubio, el doctor Bang desabrochó y bajo su bóxer con rapidez para así liberar su gran hinchado y erecto pene.

Tomando con su diestra el pequeño bote de lubricante para dejar caer un pequeño chorro sobre su miembro antes de alinearlo hacia la rosada entrada del menor.

— Voy a follarte como te gusta, pequeña puta —gruñó el doctor mientras presionaba su enrojecida cabeza con la entrada de Minho.

— Por favor señor, fólleme duro y áspero, se lo suplico.

Dichas aquellas palabras, Christopher introdujo su miembro por completo de una sola estocada en la estrecha entrada de Minho, logrando que este soltara un pequeño grito de dolor pero que a los pocos segundos fue ahogado por fuertes gemidos y jadeos de placer antes las potentes embestidas que Bang le brindaba.

Dos... cuatro... doce... embestidas hicieron que Minho perdiera la cordura y comenzara a mover su culo de forma circular para aumentar el morbo que ellos generaban con cada encuentro. Con los ojos llenos de lágrimas por el placer Lee se dejó perder en el sin fin de caricias que su doctor le brinda.

— ¡Más... por favor señor, deme más! —exclamó el rubio con ímpetu. Y como si sus palabras órdenes, Minho comenzó a sentir el aumento de las embestidas y estas le tocaban su punto P haciéndole gritar y retorcerse de placer.

Por otro lado, Chan no podía dejar de ver cómo el cuerpo de su paciente se retorcía con cada toque de él, estaba completamente adicto al cuerpo del más bajo, que cada vez lo miraba entrar al consultorio comenzaba a maquinar de qué forma lo follaría.

— Oh señor... estoy a punto —expresó entre jadeos su amante.

— Córrete para mí, Minho —logro decir Bang entre gruñidos mientras seguía tocándole el punto dulce a su amante.

Bastó con aquellas palabras y un par de estocadas más para que Minho gritara el nombre de su doctor mientras se corría.

𝓉𝒽𝑒 𝓊𝓇𝑜𝓁𝑜𝑔𝒾𝓈𝓉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora