Prólogo

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        Corrí lo más fuerte que pude por ese callejón tan oscuro y asfixiante, que ahora era mi única vía de escape. Mi respiración era rápida y entrecortada a causa de mi pequeña maratón y del miedo que sentía bullir en el pecho, como un ardor profundo que escocía y me avisaba que iba a morir allí. Realmente iba a morir. En ese momento pensé en mi madre y mi padre, ambos pensando que estaba en la tienda comprando lo que me encargaron; en mi hermana pequeña, Marie, que me había pedido con sus pequeños ojitos suplicantes tan azules como el mar. Le había prometido que volvería rápido y la ayudaría a terminar su dibujo. Pensé en cómo reaccionaría cuando no llegase, en la angustia de mi madre al ver la hora y cómo la desesperación de mi padre aumentaría hasta querer salir a buscar a la policía.

        Ya llevaba fuera varias horas, así que eso podría o no haber pasado. Las lágrimas resbalaban por mi rostro al saber que nunca volvería a verlos, mi pecho se comprimió y una tristeza profunda me invadió.

         Detrás de mí pude vislumbrar, al mirar sobre mi hombro, una sombra que se cernía amenazadoramente sobre mí.

        Era él.

        El hombre que me había alejado de todo lo que amaba.

        Mis latidos retumbaban en mis oídos y cabeza, algunas lágrimas escocían en mis ojos queriendo salir, pero las reprimí pensando que pronto llegaría todo al final y que estaría bien. Sin embargo no estaba segura, el callejón se volvía más estrecho a medida que avanzaba y mis nervios aumentaban hasta hacerme enloquecer. Uno de mis tacones de rompió, haciéndome caer de lleno en el pavimento y desgarrando mi vestido. Mis brazos y piernas se llevaron la peor parte del golpe, raspándose y causando un ardor terriblemente agudo. Aquella sombra se acercó más y más, y yo me arrastré lo más rápido que pude hasta uno de los basureros más cercanos. Traté de meterme en la oscuridad. Sólo me quedaba rezar. El miedo se apoderó de mi haciéndome temblar, también sentí la impotencia de no poder hacer nada para castigar a aquel hombre tan lleno de maldad.

       Resé una oración silenciosa tras otra y otra, mientras escuchaba los pasos de mi atacante acercarse formando un macabro compás que marcaba mi tiempo de vida. Mi respiración era agitada pero traté de calmarla, así sólo lograría que encontraran más rápido. Cada paso que escuchaba retumbar me desesperaba más y más. Las mismas eran más cercanas. Pero los pasos siguieron después del contenedor donde yo me hallaba.

        El alivio me invadió rápidamente... pero tan rápido como llegó de fue. Alguien tiró de mi cabello hacia arriba para que me levantara, dolió cada rincón de mi cabeza.

        Me levantó hasta quedar frente a frente con él. Me obligó a mirar a sus ojos negros llenos de maldad. Traté de esconder el miedo que sentía tras una mueca de asco y escupí en su rostro. Él me abofeteó.

        —Eres mía, Elle.

        Una sádica sonrisa se dibujó en su rostro dándole una apariencia casi demoniaca. Con su mano libre sacó una navaja de su gran gabardina.

        Yo podía intuir lo que pasaría ahora, pero tenía miedo de aceptarlo. Soltó una carcajada maniática antes de pasar la navaja por mi garganta lo suficiente para causar un pequeño y doloroso corte en mi cuello. No era gran cosa como me imaginaba, pero aún así dolió como un infierno. No iba a gritar, sin embargo, no me rebajaría a pedir clemencia o a gritarle que parara, porque yo sabía que no lo haría. Sólo hice una pequeña mueca de dolor.

        —Dime que pare.

       Me quedé mirándolo en silencio. Él dirigió una mirada a mi espalda descubierta y trazó profundamente una línea con la navaja. Esta vez no pide aguantar y un grito desgarrador salió de mi garganta. El dolor era indescriptible, quería que terminara.

        —Ruega por tu vida.

        Más silenció de mi parte. Trazó otra línea, esta vez más profunda. Mordí mi labio hasta casi hacerlo sangrar, el dolor era profundo y quería que terminara, estaba desesperada. El dolor, el ardor, la desesperación por saber cuánto duraría.

        —Dilo Elle. Pide clemencia.

        No me rebajaría, no lo haría. Me puse frente a él y me acercó hasta estar a pocos centímetros de su cara, podía oler su pútrido aliento a sangre; trazó una delicada línea en mi mejilla con la navaja y un hilo de sangre se deslizó por la misma. La cortada me escocía, pero en el fondo yo sabía que se pondría mucho peor. No obstante sólo me concentraba en el dolor. No podía pensar en otra cosa que el dolor tan horrible que sentía.

        —Sería un desperdicio dañar algo tan hermoso como esa cara, pero no me dejas opción.

        Hizo un gran corte desde debajo de mi ojo y siguió bajando lentamente, mientras que yo me retorcía de dolor intentando por todos los medios separarme de él pero mientras más luchaba peor era el dolor de la cortada. Fue pasando por todo el lado derecho de mi cara y bajó a mi cuello, en donde hizo el corte más profundo. Grité como si se me fuera la vida en ello, porque así era. Me tiró al piso sobre un charco que hacía mi propia sangre.

        —Que desperdicio —dijo con su voz teñida de desprecio.

        Luego se alejó hacia la salida del callejón dejándome tirada sin ver como mi vida se desangraba poco a poco y mi luz se hacía más tenía hasta que luego... Desapareció.

The Killing |Pausada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora