Franco se incorporó, se acercó a la ventana y, aún con frío, la abrió y encendió un cigarrillo. La noche era tan oscura en ese momento, que le intimidaba. Anahí se levantó a los segundos, se puso la camiseta de él y caminó hacia la ventana. Sintió el frío antes de llegar, así que lo sujetó del brazo y jaló hacia la cama.
—Ahora termino y voy, espera.
—Ven, no hay problema. Dale, me congelo. Enciéndeme un pucho por favor.
—Pensé que ya no fumabas.
—No como antes.
Estaban sentados al borde de la cama, fumaban sin contacto visual, tan solo mirando el piso o una pared.
—¿Qué hora es?
—Casi las cuatro. Es temprano todavía.
—Creo que debería irme.
—¿No quieres quedarte como siempre?
—Si, normal, como siempre.
—Acurrucados. No sé por qué te haces la dura cuando a todo el mundo le gusta estar acurrucado.
Terminan sus cigarrillos, las colillas van al suelo mientras ellos vuelven a acostarse. Anahí se quita la camiseta, Franco la cubre con el edredón, ella apoya la espalda contra su pecho, gira ligeramente la cabeza y expone su cuello. Ese juego de movimientos y roces normalmente activaba su lado sexual, pero era un momento diferente.
Horas antes, mientras la pasión los dejaba agotados, Anahí dijo una frase, de espaldas, sin mirar a su acompañante.
—Sabes que soy tuya, ¿cierto?
Franco se acomodó cerca a ella, y la rodeó con un brazo.
—¿Eres mía?
No contestó, solo giró la cabeza y lo besó. Un rato después aclaró que era por el calor del momento.
—Yo no tengo dueño, sabes. Soy un alma libre- decía en tono burlón, sin sostener la mirada.
—Ya decía yo… nunca tengo nada bueno.
—Te dije que no te enamores de mí.
—Y yo te dije que ese era mi problema, tu me avisaste, lo demás es mi asunto.
No era difícil enamorarse de ella. En muchas formas, era la persona ideal, pero quizá Franco no lo era para ella (o puede ser que no era su momento de estar juntos). Después de eso durmieron, hasta que un par de cigarrillos les hicieron falta.
Franco se cuestionaba: «¿Tenía que decir algo? Me agarró de sorpresa ¿Qué debía decir? ¡Claro que sí! quisiera que sea "mía", aunque luego me quitó cualquier oportunidad con su disculpa. Me gustaría que pasara de nuevo, creo que diría "soy tuyo", aunque quizá debí decirlo antes, se sentiría forzado… carajo».
Anahí, acurrucada en brazos de Franco, estaba en silencio y fingía dormir para evitar un silencio incómodo: «Mierda, mierda, mierda. ¿Por qué lo dije? Bueno, todo estuvo bien, rico, pero no era el momento. Todas las películas hablan de lo que no puedes decir en el sexo, porque espantas a la gente ¿Por qué no se asustó? Se habrá enamorado realmente. No, no, es la calentura, se parecen mucho».
La alarma de las cinco sonó y sus ojos se abrieron sin pesadez, como si hubieran descansado plenamente. Anahí se levantó, fue al baño y Franco solo alzó la cabeza para verla caminar desnuda. El día aún estaba pálido. Cuando salió del baño, Franco le habló:
—¿No tienes frío?
—Cambiate, tenemos que irnos.
—Pregunté si tienes frío.
—No, ya cambiate.
—Pero yo no tengo que irme. ¿Tan apurada estás?
—Si, quizá debí salir en la noche.
Franco, se levantó sin hablar y empezó a vestirse. Anahí terminó, lo vio y empezó a pasarle las prendas que estaban más lejos.
—Creo que necesitamos más orden, aventar la ropa está bueno, pero quita tiempo después.
—Pero a mí me gusta, nos gusta, no te hagas.
—Si, me gusta, pero luego estás con esa cara, apurada y con ganas de largarte.
Franco terminó de alistarse en silencio, Anahí lo esperó sentada en una silla.
—Vamos, ya quiero largarme.
—Claro, como siempre. ¿Te ofendiste? Pero si es verdad.
—Amaneciste furioso, ¿no?
—No, amanecí bien, que me apures me fastidió.
—Bueno.
—Bueno.
—¡Disculpa! No sé qué decirte, no quería molestarte.
—Tú no me molestas, solo fue eso, ya pasó.
—Está bien, está bien. ¿Nos vamos?
—Nos vamos… nos largamos.
Salieron de la habitación con una sonrisa, en el camino hablaron de una siguiente reunión, para ir a pasear o comer, no tendría que ser solamente sexo, incluso ir de compras o algo así, pasar ese tiempo de amigos que pasaban antes que empezaran a gustarse, se despidieron con un beso en la mejilla y nunca más volvieron a verse.