Uno.

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El cielo gris daba la bienvenida a un clima tan típico de la zona, opuesto a todo lo que habían visto durante las vacaciones o lo que fue de ello. Kalinda usaba su fuerza para empujar la silla de ruedas por el aeropuerto un miércoles a las ocho am, cruzando entre la gente que esperaba su vuelo o llegaba de uno. La castaña buscaba entre los rostros unas facciones familiares después de haberse puesto en contacto con su madre con anticipación, asegurándose de que serían recibidos. Entre su nula diversión, su padre se encargaba de asustarla a cada momento y aprovechar su propia condición para mofarse.

—Cuidado, Kalinda, me caigo... me vas a tirar. Kalinda, voy a estirar la pata por tu culpa.

—¡No digas eso!

Estirando el cuello entre las múltiples cabezas y también observando el piso, su padre tuvo la fantástica idea de poner las manos sobre las ruedas, detener e inclinarse hacia atrás en una maniobra que aprendió solo. Kalinda soltó un pequeño grito creyendo que había tirado su padre, este comenzaba a reír.

—Tranquila, Linda, deberías estar feliz. Estamos en casa.

—¿Quieres que muera antes de ver a mamá? —Kalinda no podía tomarse con humor cuando su regreso le estaba causando ansiedad—. El siguiente serás tú cuando lo sepa.

Para la felicidad mutua, encontró a su madre quien alzaba el brazo y lo movía de un lado a otro con tal de ser vista, aproximándose con prisa hacia ellos. Elia saludó a su esposo e hija con mucho aprecio, fue como si al fin podía respirar.

Subiendo al coche Priya los saludó con las manos al volante, ella condujo de regreso a casa por el pueblo tocando el claxon un par de veces al notar la patrulla de Charlie Swan yendo en sentido contrario, este imitó la acción. Kalinda comprendió que no toleraba el clima que no fuera el de su hogar, todo era tan húmedo, asfixiante y caluroso. Oía a Nelowie comentar su experiencia y los cuidados mientras que su mente le trasladaba a un pequeño sentimiento en el pecho. Podía ser las ganas de evitar algo a toda costa.

—Estaba ansiosa de que llegaras.

Murmuró Priya al otro lado del cuarto una vez que llegaron a casa, esta ayudaba a su hermana a desempacar.

—No tenía con quién conversar de estas cosas, ni siquiera con Leah. 

Sonrió con cierta pena, imaginaba que podía ser eso. No había mucha conexión entre todos ya que, las únicas chicas en la reserva eran bastante reducidas. Sobre todo desde que las hermanas de Jacob se habían marchado y ninguna tenía planes de regresar. Rachel consiguió estudiar en Washington y Rebecca conoció a alguien con el cual se casó lejos de la Push, formando una familia.

La puerta sonó un par de veces siendo su distracción principal a sus actividades en casa, sus pasos se oían debido a la madera que crujía bajo sus pies. Elia estaba bastante enfocada en ayudar a su esposo con uno de los ejercicios que eran de suma importancia, por lo tanto, recibió a quien sea que estuviera a esas horas.

—Kalinda, es bueno verte de regreso.

Sam.

El tono afable no lo pasó por alto. 

—Hola —la chica acercó la puerta hacia ella para hacer estrecha la entrada, era una señal de rechazo.

—¿Puedo entablar unas palabras con tu padre? Es de suma importancia. 

—Ahora mismo está ocupado, su pierna... ya sabes.  

—Estoy consciente de ello, solo que esto no puede esperar.

—¿Ocurre algo? —aunque Sam adoptara una posición que pretendía ser relajada, sus ojos flameaban en preocupación.

Déjalo pasar, Kalinda.

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2023 ⏰

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ONE CHANCE ⸻ JACOB BLACK. (Editando Y Publicando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora