Confesiones de una mente sobrepensante

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A veces...

Inevitablemente me siento triste, con un vacío tan grande que no sé como llenar. Intento descubrir la causa pero nada logra acercarme siquiera a la razón. Intento justificarme...

Pero es sólo un río intentando contenerse entre barricadas de madera, que se esparce y rompe en olas, logrando desbocarse un poco. Las barricadas intentan por mucho lograr su cometido. Pero a veces es inevitable que se desborde un poco el agua.

Culminan después de un rato, provocando una laguna entre el aquí y el ahora, entrelazándose con un poco del ayer, tiñiéndose un poco con las auroras del mañana. Y la inexistencia con la existencia misma crean una especie de abismo, un agujero de dimensiones que se incrustan en mi mente, liberándose, atormentándome de a poco.

¿Qué de este desvelo podría liberarme de mis ataduras mentales?

Si acaso la noche pudiese curar del todo mis ansiedades.

Ojalá esta bella luna al filo de mi ventana pudiera prmanecer, acariciarme el alma y me susurrara al oído que todo va a estar bien.

¿Es que acaso todo humano padece estas adversidades? ¿O es sólo la circunstancia inocua la que me hace sentir este infortunio?

Declaro estar confundida, aberrante, tormentosa, justo como una marea fría en un huracán inundando todo barco al altamar, inquieta y sosiega a la par.

Pero basta... Basta ya, basta de necesidades creadas de mis vagabundas penas insaciables, de telarañas borrascosas, viejas, intentando adornar el nuevo panorama de una hermosa mañana, de hacerlo parecer triste, de verle mala cara al tiempo, de buscarle las manchas al cielo, de creer en defectos injustificados.

Es cierto que si aplastas un papel jamás volverá a estar del todo liso cuando lo intentas arreglar, y quizá sean esas mismas marcas que permanecen las que buscan a toda costa ser alisadas, aún cuando se arruguen más entre ellas mismas.

Pero bien... Me he de tranquilizar, llegará el momento de encontrar lo que al final se buscaba, la llave en la marea, la puerta escondida, el reloj de bolsillo empolvado, algunos besos olvidados, las ganas y el amor. Pero de momento no me resta más que apaciguar estas lágrimas, despejar un poco la mente, y por fin encontrar en esta fría y pequeña cama el calor y la fuerza para dormir...

Hasta mañana.


Confesiones de una mente sobrepensanteWhere stories live. Discover now