La leyenda de Ortigueira

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Quiero contaros la leyenda que viene detrás de uno de los mejores festivales del mundo mundial, el festival de música celta de Ortigueira.

Cuenta la historia que en tierras gallegas vivía una pareja de jóvenes enamorados.

Ella se llamaba Elvira, era una mujer con un pelo castaño que le llegaba hasta la cintura, tenía una piel morena tostada al sol que la acariciaba mientras labraba las tierras, y unos ojos verdes que robaron el color de los campos, que lucían sus mejores tonos esmeralda tras las lluvias.

Él se llamaba Mauro, era un joven de anchas espaldas, de manos grandes y barba rauda. Tenía el pelo castaño oscuro del color de los acantilados y unos ojos azules oscuros del color de las algas del mar, donde se tiraba largas temporada pescando.

Se decía, que cuando Mauro volvía de pescar tras una temporada en alta mar y Elvira terminaba su jornada de labranza, en el hogar de nuestra pareja, eran tiempos de celebración. Así cuando se encontraban después de un tiempo en que no se veían, su amor los empujaba acercarse y su pasión a desnudarse. Se besaban como si fuera la primera vez, se amaban disfrutando del deseo que da la espera, el rezar cada noche para que Mauro volviese un día antes, se amaban con besos, mordiscos, uñas y dientes. Eran noches de arañazos y caricias en la espalda, eran noches en que la ropa no se desanudaba, se arrancaba. Esas noches no mandaba el sol, ni la luna, ni las estaciones, esas noches en esa cabaña era primavera y venía con su sangre altera. Esas noches la lujuria pasaba y se metía en sus cuerpos a bendecir sus sexos, a darle a su amor un brío mágico...

Tanto era así, que por las ventanas de su hogar salían a volar gritos y gemidos cargados de sensualidad. El bosque entero se contagiaba de esa mágica rebeldía, de esa mágica sensualidad. El viento no agitaba las hojas del los árboles, las acariciaba. Los pájaros entonaban sus cantos más hermosos, los ciervos cantaban a la luna su berrea, los machos luchaban por los favores de la hembras, el bosque entero estaba imbuido por esta improvisada y encantada primavera.

Cuenta la leyenda que estos gemidos llegaron un día a oídos del mar. La mar se sintió acariciada, conmocionada como Elvira, y fue tal su envidia, fueron tales sus celos, que quiso a Mauro para ella. Era la primera vez en mucho tiempo que sentía sus aguas agitadas, era la primera vez en mucho tiempo que quería un hombre para sí, era la primera vez que sentía una pasión tal que estaba convencida que se enamoraría. Y con esa locura de amor, esperó paciente a que Mauro volviese a deslizarse por sus aguas para pescar.

Cuando Mauro volvió al mar, se despidió de Elvira en la costa con un largo beso como siempre hacían, hasta dentro de un tiempo cuando volviese de mar adentro con el resto de los hombres que iban en la embarcación.

Elvira como cada tarde estaba esperando en el acantilado por si veía regresar a su amado Mauro cuando vio un bote que se acercaba. Cuando se acercaron a las costa, reconoció a los compañeros de Mauro que iban en la embarcación. Los ojos se inundaron de lágrimas cuando entre los hombres no salía su amor:- Íñigo, por favor, ¿qué ha pasado? - El mejor amigo de Mauro la abrazó y le contó lo sucedido: - Lo siento Elvira, a Mauro lo ha raptado la mar. Lo quiere para ella. Él se sacrificó para salvar nuestra vida. Lo tiene capturado. Lo siento.- Elvira lloró amargamente. Se metió a la mar, golpeó y maldijo sus aguas. Como única respuesta sólo recibió un oleaje que la devolvía a la orilla una y otra vez...


Elvira estuvo un año llorando cada atardecer tras hacer sus tareas a la orilla del mar. Estuvo todo un año rogando al mar porque la devolviese a su amado. Estuvo todo un año rezando a antiguos y nuevos dioses, estuvo un año intentándolo todo.

Se dice que cuando al cabo de un año, Elvira lloró un mar a la orilla de aquella costa. Cuando la mar estaba mansa, tranquila y satisfecha, un rayo de compasión atravesó su mentalidad caprichosa y decidió devolver a Mauro a la costa...

El encuentro de Mauro y Elvira fue espectacular. Se fundieron en el beso más largo del mundo. Se fundieron en el abrazo más fuerte del mundo. Se fundieron sus dos cuerpos desnudos durante tres días y tres noches seguidas, no pararon ni para beber, porque se bebían. Una vez más, la revolución de ese amor llegó a oídos de la mar, que caprichosa, quiso recuperar a Mauro.

Al cabo de siete días, Íñigo, el amigo de Mauro, llegó con lágrimas en los ojos a la cabaña de la pareja: - Mauro amigo, la mar está naufragando todos los pesqueros, exige tu vuelta. - Mauro con lágrimas en los ojos y un largo beso se despidió de su amada, y con resignación volvió al mar.

Elvira estuvo rogando al mar un largo año para que liberara a Mauro, pero esta vez ideó un plan. Quería pasar el máximo tiempo con su amado. Elvira pidió ayuda a todo el pueblo, pidió ayuda a todos los músicos, gaiteros y tamborileros de Galicia. Cuando por fin la mar al cabo de un año tuvo otro ataque de compasión y dejó a Mauro unos días en la costa, el pueblo de Ortigueira empezó la mayor fiesta que hubo en siglos. Elvira y Mauro se amaron como nunca se habían amado, se amaron como si fuese la última vez. Mientras, el pueblo de Ortigueira hizo una fiesta que duró todo un mes, varias orquestas tocaron día y noche para que la mar no oyera la pasión de nuestra pareja. Entretuvieron a la mar hasta que gastaron todos los víveres y a los músicos les sangraron los dedos, hasta que el pueblo cayó rendido muerto de cansancio.

Se dice entonces que cada año, todos los gaiteros, todos los músicos de Galicia, iban en los meses de verano a Ortigueira. A tocar por amor, a entretener con su música a la mar, para que Mauro y Elvira permaneciesen juntos el máximo tiempo posible, para que el amor volara en aquella cabaña más alto que nunca, el máximo tiempo posible.

Cuando la pareja murió, el pueblo de Ortigueira mantuvo esa pequeña tradición en esos días de Julio. Se dice, que en esos campamentos del festival de la playa y el bosque de Ortigueira siempre reinarán la paz, la alegría y la música, y es que entre ese ambiente mágico de fiesta, si se presta atención, aún se pueden oír corriendo por el bosque los mágicos ecos de nuestra pareja amándose.

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