Era de madrugada, probablemente las 4 o 5 de la mañana. No lo sabía ni tenía cómo comprobarlo pero hacía semanas que no dormía más que eso y pasaba mucho antes de volver a ver el sol.
Recordó por un momento el sonido de los autos dando ambiente. No eran muchos pero se escuchaban y ahora no quedaba nada de eso. Vio la calle en frente, iluminada a pesar de todo el desastre que se veía abajo y de nuevo pensó en la gran idea que había sido poner luminaria solar por parte del gobierno del municipio.
Siguió caminando mientras jugaba con un machete que había encontrado hace pocos días. No prestaba atención a esos quejidos que ahora hacían de fondo en todos lados hasta que uno de ellos se le acercó demaciado. Le apuntó con su machete recién afilado y el zombi que solo veía la comida y no reparaba en nada más, se atravesó solo con el arma. Luego de un rápido movimiento que no mostró el esfuerzo detrás, el cadáver cayó al piso con un sonido seco y desagradable. Lo miró con la mente en otro lado; en tiempos muy distintos cuando esa persona pudo ser quien le vendiera alguna fruta en el mercado o quien le transportara de algún lugar a otro por una tarifa fija, o que le sirviera la comida en algún restaurante, o quien saludó a alguno de sus padres en la calle hace tiempo. La ciudad era muy chica pero por suerte, lo suficiente grande como para no encontrar rostros conocidos muy seguido.
Siguió con su paseo "matutino" hasta llegar a Aurrera, que hace tiempo mantenía las cortinas cerradas. No había ido ahí a intentar nada hasta hoy ¿Qué cambió? En sus rondas acostumbradas a las casas vacías, encontró la llaves que suponía eran de la parte de atrás, el lado por donde llegaba la mercancía en una casa que tenía entre otras cosas, un uniforme y un gafete de la tienda. Fue probando cada llave del llavero con más de 20 en todas las puertas de la bodega para no olvidar ninguna por error. Como esperaba, una de las puertas de servicio se abrió con una de las llaves.
Preparó el machete y toda su fuerza por si acaso, cerró la puerta detrás de sí y se adentró por el pasillo que pasaba por oficinas, baños y el refrigerador que ya no estaba funcionando. Aguantó la respiración un momento para pasar a través de toda esa carne, embutidos y lácteos echados a perder. Salió de ahí y llegó a la parte por la que caminaba la gente y compraba su despensa. Se sorprendió por un momento cuando vio que aún quedaba mucho ahí. Esperaba encontrar el lugar casi vacío, después del primer anuncio y los primeros muertos, la gente había entrado en pánico y había vaciado varias tiendas. Pero a este lugar aún le quedaba mucho. Caminó en línea recta viendo los estantes de eterna comida enlatada y empaquetada. Jaló de algún lugar una bolsa de frituras y exploró la tienda entera buscando qué llevar en la mochila que cargaba a espaldas. No quería tanto, el peso alentaría sus pasos y le causaría fatiga innecesaria. Tomó lo que consideró más moldeable y menos pesado y algo de latas, no tantas y aprovechando el lugar, se bañó y se cambió toda la ropa que llevaba en cima.
Luego de comer todo lo que pudo e intentar tirar todo lo podrido a falta de algo más que hacer, dejó la tienda lista para nuevos visitantes. Salió por donde entró llevándose las llaves y dejando esa puerta abierta. En una cartulina escribió algo diciendo que esa puerta estaba abierta y lo pegó en la entrada grande antes de seguir su camino al parque del centro.
El sol ya había salido pero el clima seguía fresco, no debían ser más de las 9. Levantó algo de basura del suelo por donde iba pasando mientras pensaba en un vago deber cívico de mantener las calles limpias y cómo la gente lo estaba olvidando. Luego solo se sentó a contemplar el paisaje en una banqueta.
Entonces escuchó el sonido de autos. Gente encontraba transporte y se iba a buscar suerte fuera con todo lo que pudieran cargar. Varios autos empezaron a pasar a su lado en carabana unos segundos después. Miró el camino que seguían y se preguntó de dónde venían, hasta donde llegarían o qué pasaría si les hiciera alguna señal para irse lejos de ahí con ellos.
Era una tontería en realidad.
Disfrutaría su viaje a pie.
Se sentó imaginando a la gente caminando en la calle mientras esos autos seguían pasando, era hora de ver niños llendo a la escuela y a los adultos al trabajo. En eso, alguien pasó a su lado y le saludó con un "Buenos días" como si estuvieran pensando lo mismo y siguió su camino.
Fue una hermosa coincidencia, tal vez no para todos los presentes pero el mundo de pronto regresó a ser lo que fue por un momento y luego de ese instante fugaz quedó un buen sabor de boca. Por un momento, la ciudad en silencio fue un lugar hermoso.