Único.

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One-short
Angst Titi.
Leve Rubegetta.

Hubiera sido un día normal en Karmaland.

Sino fuera porque está lloviendo.

Y es el primer aniversario de la muerte de Titi.

Rubén ha pasado por muchas cosas en su vida. Pero definitivamente perder a Titi fue una de las peores. No solo porque le tomó cariño y decía ser su tío.

Sino porque lo acabó amando como un padre a su hijo.

Y como tal estaba destrozado, haciéndole imposible continuar con su vida.

Si tan solo le hubiera dicho que sí quería su custodia y ser su padre tal vez le dolería un poco menos.

Si hubiera sido él quien se sacrificase tal vez el pequeño aún estaría.

Si hubiera sabido cómo acabarían las cosas lo hubiera abrazado más fuerte la última vez que lo hizo.

No, si lo hubiera sabido no le habría dejado salir de su cuarto, con tal de protegerlo.

Pero lastimosamente los hubiera no existen.

Solo son palabras que se las lleva el viento.

Ha pasado un año, el pueblo ya está en mejores condiciones y sigue avanzando.

Pero él no.

Le echaron del cuerpo de policía dos meses después de los trágicos sucesos debido a su gran ausencia en el trabajo, dejándole todo a manos de Willy sin importarle nada.

Nada más que la falta de aquél que consideró su hijo.

De todas formas, no se sentía con las suficientes fuerzas como para ponerse el uniforme e ir a la comisaría sin recordar el día en que hizo la prueba, fue aceptado y reformó la comisaría. Todo esto con la compañía constante de Titi.

Sus días se volvieron grises.

Como si con su ida también se había ido el color.

Su hogar dejó de serlo.

Ahora solo era una casa muy dolorosamente silenciosa, sin ningún estruendo. Sin ningún niño de otro mundo que le pusiera alguna mina en el jardín o le tirase bombas de humo asustándolo en el proceso.

Simplemente todo dejó de tener sentido sin el pequeño revoltoso.

Casi nada le podía hacer sonreir.

¿Dije casi nada?

Exacto.

Casi porque Vegetta solía pasar el tiempo libre de su trabajo como juez a su lado para acompañar sus días tristes. Le daba comida y ropas cuando lo necesitaba, también le ayudaba con las labores de la casa. E incluso alimentaba a sus mascotas.

El menor no estaba en la mejor situación mental como para hacerlo por sí mismo.

Después de todo él era el que mejor lo conocía desde que llegó a Karmaland, por lo tanto era el que mejor sabía el dolor que abrumaba su mente y su corazón lastimado.

En el primer mes no le importó la presencia del ojivioleta, alegando que el mayor simplemente no quería pasar el luto solo, por lo que no le hablaba ni escuchaba, hundiéndose en su nube de pensamientos y recuerdos en donde el juguetón ser le llamaba papá.

Daría lo que fuera por escucharle otra vez decir aquella palabra que antaño le ponía nervioso y le hacía saltar a su corazón de un vuelco, recocijándose de la felicidad. Felicidad que negó sentir haciéndose el loco desentendido.

Titi -RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora