•Extra•

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Con el cejo fruncido, Sarada comenzó a despertar. Se quejó un poco en su garganta antes de abrir los ojos encontrándose con un escenario le parecía ligeramente borroso, pero a medida que recuperaba sus sentidos, se dio cuenta de que se encontraba recostada dentro de alguna cueva.

«¿No me mató?» Pensó confundida, hasta que se percató que justo cerca se encontraba Boruto sentado casi a espaldas de ella frente a sus pies, lucía pensativo y, sinceramente, algo abatido.

Suspiró al no saber cómo iniciar la conversación. Por el sitio en el que estaban supuso que todo había pasado y probablemente lo que tenía así a Boruto era que ya sabía lo que sucedió.

―¿Dónde estamos? ―preguntó, todavía tenía un poco de dolor por el ajetreo.

―No lo sé ―respondió él con un tono apagado, mirando una pequeña fogata que encendió Sasuke antes―, tu papá fue a dar aviso.

―Oh. ―Al oír eso, notó que estaba tapada con la capa de él. Al acercarla más a su rostro y sentir el suave aroma de su padre, la calidez alivió un poco su corazón―. ¿Dónde está Mitsuki?

―Está justo allá.

Sarada dirigió la mirada a donde le señaló, su amigo estaba igualmente recostado al otro lado de la cueva. Tenía sus brazos algo estirados y cubierto del frío con la chaqueta de Boruto, pero entero.

―Qué alivio... ―suspiró relajándose un poco. Por un momento temió que le hubiese ido peor por haberla querido proteger, pero ahora también le preocupaba el estado de Boruto. De su rostro solamente podía apreciar parte de su perfil, no se había atrevido a mirarla y eso la ponía más ansiosa, ¿qué estaría pasando por su cabeza?

Hubo un silencio que le pareció incómodo.

―Sarada ―habló de pronto después de un rato. A pesar de que lo hizo en tono bajo y calmado, la compañera se sobresaltó un poco.

―¿Sí? ―Le miró, el rubio se quedó en silencio un par de segundos mientras rascaba sobre la tierra un palito cerca del fuego.

―¿Por qué hiciste eso?

Parpadeó confundida por un instante, repasando por su mente todo lo que había acontecido antes.

―Siempre has sido muy racional, ¿por qué te arriesgaste así?

Sarada comprendió entonces de qué hablaba, regresó su mirada hacia el techo de aquella cueva.

―Así que te diste cuenta. ―Se quedó pensativa un momento. Si ella sabía que al tocarle un solo cabello a Borushiki, la posibilidad de que algo resultase fatal era alta, ¿por qué aun así lo hizo? ―. Francamente, no lo sé. Estuve reprimiendo el temor por tanto tiempo que estalló y...lo único que deseaba era que volvieras.

―¿Y qué habría pasado si yo te hubiese hecho daño?

―Tú no serías capaz. ―Se apresuró a responder.

―¡Pero yo no soy él! ―alzó la voz, sus ojos comenzaban a humedecerse pero no quería sentirse más patético de lo que ya se sentía desde que recuperó su conciencia―. ¡Te pudo haber matado!

―Sí, pero no lo hizo. ―Sarada se sentó y frunció el ceño―. Y si me estás queriendo regañar por eso es que al final de todo sí pudiste escucharme ¿no?

―Yo... ―Volvió al volumen bajo de nuevo y agacha ligeramente su cabeza, confundido en sus pensamientos―. No estoy seguro. ―Observó la palma de su mano en donde tenía el sello del karma―. Creo recordar una voz, aunque no distinguí nada, pero me estremeció por completo. Creí que mi alma lloraría en algún momento. ―Parecía que hablaba más bien para sí mismo, el haber logrado percibir algo estando poseído era nuevo para él.

No soy élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora