capitulo 1

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     El inicio de todo y el cumpleaños

mi madre siempre fue la persona más extrovertida que he conocido, pero cuando yo tenía tres años se separó de mi padre por una infidelidad y gracias a eso empezó a distanciarse de la gente.

Pasó un año así hasta que encontró a Melissa, quien se volvió su mejor amiga y desde entonces parecen pegadas con adhesivo instantáneo de los que si separas las cosas se terminan quebrando.

Cuando su amistad se volvió mas cercana mi madre decidió presentarme a su mejor amiga, pero lo que yo sin duda no esperaba era que iba a venir con el mismísimo diablo reencarnado en una niña un año menor que yo.

Cuando nos hicieron presentarnos todo se tornó aún más incómodo, ya que fue por obligación y no por voluntad propia.

Eso al parecer causó un odio irracional entre nosotros y se pudo notar claramente en el resto de salidas juntos.

Cuando nuestras madres decidieron ir a acampar y nos llevaron con ellas ocurrió la primera discusión que nos marcó.

Yo tenía seis años y Leila tenia cinco, recuerdo con claridad el viaje hacia el campamento debido a que Leila me vomitó encima sin previo aviso de que estaba mareada.

Le pregunté por qué hizo eso mientras intentaba ignorar el asco, pero ella solo me miró con cara de pocos amigos y decidió ignorarme.

Tuvieron que hacer una parada para poder limpiarme y agradezco haber llevado ropa de cambio.

Al llegar al campamento empezaron las bromas pesadas.

En un acto impulsivo le acerqué un insecto a Leila y en respuesta ella gritó espantada y me movió la mano haciendo que el insecto cayera sobre mi.

Éramos unos críos pero ya nos guardábamos rencor.

Y así continuaron las salidas de nuestras madres junto a nosotros, llenas de bromas pesadas y uno que otro insulto.

Incluso recuerdo que a los doce y once años Leila y yo estábamos discutiendo cuando ella me gritó en un ataque de ira «¡dale mas color al asunto entonces, Javier!» pero al parecer se arrepintió al instante al recordar que soy albino porque de repente se quedó callada y un rojo carmesí invadió sus mejillas.

Esa escena me causó gracia por lo que las carcajadas empezaron a salir de mi boca sin que yo pudiera contenerlas y eso le devolvió el enojo que tenia antes ya que me soltó un agresivo «púdrete» mientras se alejaba de mi hacia otro lugar.

Yo simplemente le mostré el dedo corazón mientras intentaba dejar de reírme de su reacción al darse cuenta de que la había cagado.

A lo largo de mi infancia también hice amigos, pero hubo uno en particular que se convirtió en algo como mi hermano.

Su nombre es Lucas Adler e iba a la misma escuela que yo, pero mientras a mí me hacían bullying por ser albino, él era el crush de todas nuestras compañeras por ser un pelinegro de ojos azules, aunque Lucas siempre ha sido introvertido, por lo que casi no socializó durante su etapa escolar.

A los catorce años y mientras jugaba con Lucas llega mi madre junto a su amiga y la pequeña satán a decirme que ellas dos se iban a ir esa misma noche a suiza por temas laborales de Melissa.

Podía notar como mi madre aguantaba las ganas de llorar al despedirse de su amiga y debo admitir que eso también me hizo sentir un poco triste.

Cuando Melissa y su hija se habían ido me percaté de que había algo tirado en el pasto de la entrada de nuestra casa.

Había un collar de plata con un colgante de flor morada que en uno de los pétalos tenia dos cosas escritas.

«para Leila Cromwell, de Henry Cromwell»

Nunca Supe Por Qué Te OdiéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora