Felicidad (capítulo único)

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La noche en el infierno era desolada. Un príncipe desde su balcón observaba el cielo rojizo, con su maquillaje corrido y el dolor de su destrozado corazón reflejado en sus ojos escarlata.

Stolas suspiró, sintiendo las frías brisas acariciando sus plumas. Se dio media vuelta, con su capa estrellada rozando contra sus talones y le dio la espalda a la ciudad, adentrándose en su palacio.

Entró a su baño suspirando, volviendo a ver en su espejo lo desaliñado que se veía: despeinado, maquillaje corrido, ropa arrugada y sobre todo, tristeza. Coloco ambas manos en su tocador, al verse de esa forma frunció el ceño.

-Te odio...- Susurró.

Sus ojos intensificaron su brillo rojo, sus manos empezaron a crear grietas en su tocador que cada vez se hacía más grande y en su interior sentía una rabia destructiva que jamás había sentido antes. A su alrededor un aura negra lo rodeaba, su mirada seguía en su reflejo, comenzó a respirar agitadamente, gruñendo y haciendo temblar todo a su alrededor.

-Te odio, te odio, te odio, te odio.

Era como una bomba en su pecho, una que finalmente estalló cuando el príncipe gritó destrozando el espejo, lastimadose con unos fragmentos de vidrio que salieron disparados.

Jadeaba, las lágrimas comenzaron correr por sus mejillas. Las piernas le temblaban a más no poder y cayó de rodillas derrotado, llorando a mares.

Era un inútil, nadie lo quería. Ni su esposa, ni su hija, ni el amor de su vida y amigo de la infancia, ni su padre, nadie. Tenia un gran cargo, una esposa hermosa, una hija maravillosa, riquezas, un amante, un gran título y aún así... Lo tenía todo y a la vez no tenia nada.

Sintió algo tocar su mano, bajo la mirada y era el frasco de sus antidepresivos que seguramente salieron volando cuando despedazó el espejo. Stolas tomó el frasco, viendo la etiqueta de "Felicidad" que decía en él. Rió débilmente y algo sarcástico al leer aquello. Dejó caer su mano, suspirando, con sus nudillos se limpió las lágrimas pero estas no dejaban de caer, cosa que estaba frustrandolo.

Estaba solo, nadie lo amó, nadie lo amaba y nadie lo amará...y el lo entendía y lo aceptaba...lo aceptó en ese momento.

Apretaba el frasco de las pastillas hasta casi romperlo y al darse cuenta suavizó el agarre. Inevitablemente se quedó viéndolo por unos segundos, pensando. Con una mano temblorosa abrió el frasco y vio su contenido, vio todas las pastillas que había en su interior. Cerró los ojos con fuerza y se cubrió la cara con lágrimas cayendo sin parar, sollozaba y entre sus dedos vio los medicamentos. Respiraba agitadamente y sin pensarlo más vacío todo el contenido del frasco en su boca...se tomó todas y cada una de las pastillas.

Ya no aguantaba más, y de cualquier forma no importaba...nadie lo extrañaría.

Al tragar arrojó el frasco con todas sus fuerzas y al aterrizar se escuchó el sonido de los vidrios rotos en el suelo. Stolas jadeaba, sin creer lo que acababa de hacer, se arrastró topando con la pared y solo se quedó allí esperando...esperando su final.

Bostezó sosteniendo una taza de cafe. Después de una dura noche ya vestido y en la cocina, tarareando como si no hubiese estado llorando en la madrugada, Blitzø preparaba el desayuno para él y su hija. Después de eso irían a trabajar y tendrían un día normal y cotidiano, como era su costumbre.

El imp movía el sarten en el que había un hotcake con forma de caballito para su hija, quien desde el sofá, viendo las noticias lo llamó.

-Blitzø...- Dijo llamando la atención de su padre adoptivo.

-¿Pasa algo, cariño?- Preguntó el diablillo volteando hacia la hellhoud.

-Creo que deberías ver esto.- Le dijo algo preocupada señalando el televisor. Blitzø algo extrañado camino hacia ella.

FelicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora