Mi ángel/Lydia Martín

Cap 47

Se siente...Perfecto

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GERARD ARGENT TEMBLABA CUANDO SE ENTERÓ, así es se enteró de que su última hija estaba viva

Se preparaba por si ella decidía atacar pero no,nunca había llegado ese atacamiento

Pero lo que lo hizo más temblar fue cuando se enteró que Kate y ella estaban juntas

Christopher y él eran el blanco de las Argent de eso estaban seguros pero Gerard decidía crear un plan

Monroe se había ido de Beacon Hills para cazar en otros países y estados dejándolo solo

Él era un blanco fácil para las hijas de este y eso estaba seguro,algo que ponía más nervioso a Gerard

Sus dos hijas juntas era un caos y más si buscaban venganza hacia él y Christopher

Mía suspiró mientras sonreía antes de que Kate entrara recargando su arma

-Tenemos problemas -dijo Kate-

-¿Qué ocurre?

-Cite a Chris pero la manada fue con el

-Entonces -sonrió- sólo nos llevaremos a Christopher ¿Qué tan difícil puede ser?

-No es lo difícil..-suspiró- si no al precio

Mía la miro de reojo antes de tomar sus Armas y guardarlas por su cadera y tobillo

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Christopher detuvo a toda la manada cuando escuchó como tarareaban una canción y caminaban

Los pasos de ella se escuchaban por todas parte haciendo que los sobrenaturales se confundieran

Todos se pusieron en modo defensa mirando todo el bosque oscuro buscándola

La risa de Kate hizo eco en el lugar antes de que se alcanzara a ver por la neblina que corría

Allison lanzó la flecha hacia ella pero la flecha fue esquivada cuando alguien más pasó corriendo a una velocidad muy rápida

No se alcanzaba a ver si era hombre o mujer la que salvó a Kate pero estaban seguros que era muy rápido

Todos retrocedieron cuando vieron a Kate caminar hacia ellos sonriendo mientras recargaba su arma de nuevo

-Christopher Argent,manada -sonrió- Gustó en verlos de nuevo

Allison lanzó otra flecha pero antes de que esta se clavara en el cuello de Kate alguien la detuvo

El cabello de la castaña se hizo hacia atrás debido al aire por la velocidad en la que iba

Todos callaron dándose cuenta que era mía la que había detenido aquella flecha