HADES

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«Donde tragó mi Perséfone otras semillas»,
Aullé, desolado, contemplando mi granada,
«Surgieron de la tierra diez mil pesadillas,
Y con la furia de Ares sobre mi amada:
Del verano al otoño, del otoño a la nada».

Entonces proclamé: «¡Oh, Rey del Inframundo!,
Que a la barca infernal de Caronte me encadenas,
Acecha, fiel, tu Cerbero cada segundo,
Sombreando mis horas de tan tétricas penas.
Rey de las Tinieblas, ¡al Tártaro me condenas!,

Pues en garras ajenas aulló su bautismo,
Robándome el orgullo de gobernar su aullido.
Y mientras más Aqueronte arrima tu abismo,
Más desearía fuera el río del olvido
Para en aguas leteas hundirme arrepentido».

«¡Oh, Rey de las Tinieblas, amo del Infierno!,
De haber raptado a tiempo su encanto y su tormento
Hoy sería mía la Virgen del invierno;
Y esta primavera, de orquídeas de cemento,
No se regaría con lágrimas de lamento».

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