Cadáver Ambulante ⋆ noren

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disclaimer: este fic toca temas un poco crudos u-u (el tag dead dove: do not eat está por algo; si están muy chiquitos les recomiendo no leer, been there done that, ajá), recuerden que es ficción y no hay que romantizar las acciones de los personajes irl heheh. btw está medio inspirado en Heathers.

Renjun camina en la oscuridad de la noche. No hay estrellas, ni siquiera la luna ha salido a acompañarlo en su martirio para iluminar su camino. Hace frío, y solo está usando una chaqueta delgada, pero no le importa. En ese momento nada le importa realmente. Si la situación le importase, estaría en su cuarto llorando y temblando de miedo en vez de deambulando por las calles a altas horas de la noche. Probablemente el miedo le recorrería la médula ante la idea de quedarse solo y se ahogaría en su llanto hasta no poder seguir evitando su muerte. Pero a Renjun no le importa en lo más mínimo, ya está muerto de todas formas y eso no va a cambiar, no puede hacer nada para cambiar su destino, ya lo arruinó todo. No hay nada más que hacer más que sentir como la ira le recorre el cuerpo. Tiene tanta rabia en ese momento, quiere que ese maldito pueblo desaparezca, tomar un fósforo y quemar la escuela con todos dentro para que así se acabe de una vez por todas.

Renjun sentiría tanta paz al escuchar los gritos de agonía. En ese momento no siente nada más que odio profundo y rencor.

No sabe a dónde está yendo. No hay tiempo para nada. Podría intentar huir, aún le queda tiempo para la hora de su muerte. Podría fugarse, escaparse e irse a otro maldito pueblo donde reescribir su historia, solo para que esta se termine repitiendo inevitablemente. La verdad es que, incluso si tuviese un plan, no sabría a dónde ir. Es una idea terrible y requiere esfuerzo, casi como si quisiese seguir viviendo y Renjun, tirando su cigarrillo al suelo para pisarlo con su zapatilla, sabe que no es una opción que considere.

Quién sería tan desquiciado de querer seguir en este infierno más que aquellos en la cima. Son los únicos que disfrutan ya que son capaces de controlar todo, y Renjun ha cometido el terrible error de meterse con la gente incorrecta y sentenciar su vida.

Cuando mira a su alrededor y decide detener el bombardeo constante de pensamientos que hay en su cabeza, se da cuenta de que él conoce este lugar, e inevitablemente siente una sonrisa surcar en su rostro. La casa de Jeno está cerca, y lo sabe porque ya ha estado ahí.

Jeno es un chiquillo solitario y sombrío que siempre observa a todos como si fuesen su propio circo, con una sonrisa siniestra que hace que le tiemblen las piernas de lo atractivo y peligroso que se ve. Jeno, que se mudó hace poco y los rumores dicen que en su primer día llevaba un arma sin carga escondida en la chaqueta, pero que parece haber puesto sus ojos en Renjun, a juzgar por la forma en que lo trata. Le dedica unas sonrisas que hacen que sus ojos se tornen en medialunas, como si no estuviese haciendo el chiste más cruel que Renjun podría haber escuchado; inevitablemente, se siente tan atraído a él, incluso si sus amigos continúan diciéndole que no vale la pena. Es que es como si Jeno fuese el único que lo ve por lo que es y no por una serie de rasgos que todo el mundo ha convertido en su personalidad entera. Jeno parece entenderlo como ningún otro.

Así que ya sabe cuál es su plan.

Renjun tiene dieciocho años y va a morir mañana. Ya nada importa. No es más que un cadáver que deambula tras aceptar su terrible destino. Las calles son silenciosas, como esa inquietante tranquilidad que anticipa un suceso terrible. Es casi como si solo el viento supiese que mañana será humillado y empujado al suicidio.

En su mente, Renjun dibuja un escenario diferente, donde es él quien escoge quién vive y quién no. La respuesta sería demasiado simple, tan simple que Renjun ni siquiera dudaría en responder mientras una risita cruel escapa de sus labios. Porque la verdad es que quiere verlos a todos muertos, no hay nadie en la escuela que no sea cómplice de la construcción de ese maldito infierno.