O1.

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Un buen comienzo requiere de una buena primera impresión. Y yo, Kairi Yorke, soy absolutamente detestable dando primeras impresiones.

Ni siquiera puedo describirme como persona, y estoy acá, redactando mi vida como si de algo importante se tratara.

Empero, trato de desarrollarme en la vida como un ser humano normal. Y no como el bicho raro que soy.

De fondo se escucha "No surprises" de Radiohead y mi alma se rompe un poco más; pienso de forma reiterada que hoy no es exactamente un buen día como pensé. 

Me sumo en el asiento del bus. Hoy hace frío y no viaja tanta gente.

La música retumba en mis oídos y me otorga el placer de omitir los sonidos de la realidad, aunque me lastima un poco ésta canción, es de mis favoritas así que tarareo el estribillo.

Suspiro cansado, solamente tomo un bus para llegar a la estación, pero debo caminar unas diez cuadras más para llegar a mi escuela.

Algo me dice que otra vez va a pasar. Que otra vez voy a estar tomándome un té con la vicedirectora mientras trabaja y la profesora me reclama que respire hondo, lento, para calmar toda esa ansiedad que está a punto de explotar y yace en lo más profundo de mi pecho.

Cuando el transporte termina su recorrido es cuando me paro y doy unos pasos hacia el fondo en dirección a la puerta trasera, para poder bajar y caminar lo necesario, llegando a mi destino. Ahora suena "All i need" y me doy cuenta de que el sentimiento de vacío jamás se fue.

Estoy llegando tarde, así que doy grandes zancadas hasta la entrada donde se encuentran dos de mis ex-compañeros de clase. Un escalofrío recorre mi espina dorsal.

Paso a su lado, tratando de hacer que al menos se acuerden de mí y me saluden, lo cual es un poco contraproducente, mucho, diría yo. Soy consciente de éso, pero deseo que se acuerden como yo de todos aquellos buenos (no tan buenos) momentos vividos.

Hago un gesto amigable con la cara y muevo mi mano en un vaivén de derecha a izquierda a modo de saludo, esperando una respuesta. Claramente, no recibí ninguna más que el silencio absoluto y sus ojos evitando mi mirada de una manera completamente vacía, odiosa, mantienen su mirada en alguna parte interesante de la pared que yo no logro ver así que me voy con una sensación de dolor inmensa en el pecho.

Cargo con tanto pesar que parece que mis pasos se hacen más lentos, secos, fríos, y mis orbes anteriormente esperanzados se tornan negros nuevamente. Bueno, al menos les otorgué una nueva situación por la cual burlarse las siguientes seis horas que restan de clases.

Una vez en el salón observo todo a mi alrededor, como si estuviera buscando algo para traerme nuevamente a la realidad.

Me quito los auriculares y pestañeo cuatro veces seguidas.

Tum, tac, tum...

Resuena en mis oídos el insoportable y reiterado sonido de Milo golpeando la mesa con sus dedos al ritmo de la música que escucha, como todos los días.

Lo miro, siendo consciente de que ésto puede hacerme explotar en cualquier otro día, pero no exclamo nada; observo sus labios y luego dibujo su rostro en mi mente, recordando la textura de su piel siendo acariciada por la yema de mis dedos como lo habría hecho en algún que otro recuerdo perdido en el vacío existencial de mi consciencia.

¿También pensará en el nosotros que dejó de existir hace unos meses como yo lo hago?

Absolutamente no. Claro que no lo hacía, pero me gusta creer que en algún momento lo hizo.

Inconscientemente tiro de un padrastro en mi pulgar y hago que sangre, mi mente va y viene junto a pensamientos que provocan que mi estómago se hiciese más pequeño por cada segundo que pasaba.

Procedo a mirar mi celular y mordiendo mis mejillas desde el interior espero la llegada del profesor de turno para dar por empezada la clase.


(  . . .  )


— Tienen que entender que no voy a seguir aguantando actitudes despreocupadas o irresponsables como las suyas.— Soltó entre dientes mi profesor de geografía, preparando su bolso con sus respectivas cosas para poder retirarse del salón. Alec es su nombre, raramente parece carecer de tranquilidad, ya que, según sus vivencias contadas, la ansiedad reina en él, pero me agrada, es muchísimo mejor que otros adultos que divagan entre la institución a pesar de ser extremadamente estricto.

Con cautela me levanté de mi asiento, hace hacía ya unos quince minutos que sentía mi vejiga a punto de estallar así que caminé rápidamente hacia los baños. 

Luego de terminar y lavarme las manos, me dirigí a una de las mesas vacías  siendo la primera persona en salir al patio de recreo. 

Me senté y utilicé mi celular, vagando entre mis redes sociales en busca de algo interesante en el día de hoy. De repente, siento una presencia a mi lado, que segundos después choca su codo contra mis costillas, logrando que suelte un quejido. Volteé a verle con el ceño fruncido, encontrándome con no más ni menos que Tyler, el mejor amigo de Milo, con su increíble e impecable sonrisa de oreja a oreja.

—¿Estoy siendo muy molesto? — Rodó los ojos.

— No importa cuántas veces en el día me acerque, nunca me hablas.— hizo un puchero, tratando de darme un poco de lástima. Ya se hacía casi una semana que se acercaba de la nada, buscando alguna respuesta de mi parte para saber cómo estaba, qué me pasaba o qué pensaba sobre ciertas películas, lo cual me parecía sospechoso, pero decía querer ser mi amigo. Supongo que me veía muy sola y tuvo lástima, realmente no lo sabía.

Suspiré, mirándolo una vez más para comenzar a hablar. —Ty, no sé qué quieres de mí pero deja de buscarme pretendiendo que somos amigos de toda la vida.— Bueno, tal vez había sonado muy dura, pero si Milo estaría queriendo saber de mí a través de él no se lo permitiría.

—De toda la vida no, pero un vínculo había.— se puso serio, apoyando sus codos en la mesa y su cara en sus manos.—Mejor deja de fingir tú que no nos conocemos.

—Pff, bueno.— cedí, volviendo a guardar mi celular.

—¿Viste la película que te dije? La de la isla siniestra.

—Sí, la ví hace un tiempo, es de mis favoritas.

—¿En serio?— Preguntó sobresaltado, con una cara de completa felicidad como si le estuvieras dando un dulce a un niño.

Reí ante su actitud, asintiendo con la cabeza, para luego conversar un largo rato con él sobre la trama de la película en lo que quedaba del receso.



Poco a poco mi día se tornaba en uno más relajado. 

  ( . . . )

Al terminar la última clase solté un suspiro, estirando mi cuerpo en el banco y sonando mis huesos ya que estaba muy tensionada. Guardé mis cuadernos y esperé a que el timbre sonara, pero mientras tanto, dí una vista general del salón, cruzando miradas con él. 

Sus orbes se mantuvieron fijos en los míos un largo rato, acelerando mi corazón por enésima vez en el día para que, al final, sea yo quien cortara ése momento tan incómodo, siendo salvada por la campana.




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⏰ Última actualización: Sep 14, 2022 ⏰

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