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Jimin gemía. Gemía alto y suave. Sus manos pasaban de su cadera hacia la espalda ancha del tez canela, sintiendo la textura de su piel que hacía a sus manos arder, y temblar de anticipación. Era tan suave. Volvió a gemir, rasguñando la espalda de Jungkook cuando éste comenzó un vaivén con sus caderas, creando una lenta fricción de sus entrepiernas.

Jimin alzaba sus caderas, estas arqueándose cuando se encontraba con el bulto de Jungkook, notando la dureza que traía en sus pantalones.

Mientras que Jungkook sólo podía sentirse maravillado; hipnotizado por el cuerpo blanquecino que tenía a su merced, gimiendo su nombre. Esparciendo cada letra de su nombre como si su vida dependiera de ello. Jimin estaba sumergiéndose profundamente en el corazón y alma de Jungkook, y como si no lo hubiera hecho antes, no le importó y siguió dejando largos húmedos besos por toda piel que encontraba.

A pesar de las ganas incontrolables que tenían de poder sentirse ambos: querían que este momento se alargara. Que sea un momento en el que siempre recuerden lo íntimo que llegaron a ser.

Porque ambos sabían, por sus acciones, que no era reciente esto. Que no era sólo un polvo como cualquier otro.

Lo sabían por la forma en que Jungkook lo besaba, diciendo algún que otro cumplido, endulzando el corazón de Jimin con palabras de sinceridad. Lo sabían por la forma en el que Jungkook lo miraba y se encontraba con la mirada de Jimin, los cuales se encontraban brillosos de lujuria, pero si te fijabas con precisión, aquellos ojos abrían una especie de puerta a sus más profundos sentimientos. Ni hablar de las sonrisas que se sentían a través de los besos que Jimin le daba.

-Me encantas... ¿sabes? -decía Jungkook mientras se escabullía en el cuello del rubio, dejando su camino de largos besos húmedos-. Siempre ha sido así Jimin, siempre...

El corazón de Jimin latía desenfrenadamente.

-Te he esperado tanto, amor. – Y lo besó nuevamente. De una manera profunda, lenta como si tuviera todo el tiempo del maldito mundo. Robándole el poco aliento que había obtenido Jimin.

El de tez cremosa arqueó sus caderas, cuando Jungkook iba pasando su mano de su pecho, hasta su erección, que se sentía pesada, dura y caliente a través de la tela de sus jeans. El rubio abrió aún más sus piernas buscando más contacto, mientras que el pelinegro se posicionaba frente a él, adorando cada quejido que salía de su pequeña boca.

-Tan bonito hyung. Me vuelves loco. Más que nunca.

Fue sacándole sus jeans. Dejando a la vista aquella tersa piel blanca de los muslos de su mayor. Jimin sólo sintió el leve frío recorrerlo, haciendo que su erección creciera un poco más. Sus jeans bajaban despacio, enviándole descargas de pura anticipación de que Jungkook lo tocara.

Su necesidad de ser tocado, aumentó un grado cuando sintió los cálidos dedos de Jungkook jugar con el elástico de sus boxers para bajarlos con lentitud. Y a parar a quien sabe dónde.

-Jungkook~-el nombrado paró sus acciones, poniendo sus manos sobre los muslos con cierta fuerza haciendo que Jimin mordiera sus labios-. Te necesito. Hyung... te necesita.

El pelinegro sólo soltó un jadeo.

-Hyung. – un hilo de voz fue lo único que salió de sus labios.

Jungkook se lanzó hacia el cuerpo desnudo de Jimin, poniendo una de sus piernas en medio de las del blanquecino, de manera que la erección del mayor se rozara con su muslo. Besaba aquellos esponjosos labios con ferocidad, volviéndolo un lío.

Los gemidos del chico blanquecino se perdían en la boca del pelinegro, mientras pasaba sus manos por su torso desnudo. Mientras una de las manos de Jungkook fue a parar a uno de los pezones de Jimin, tanteándolo para luego estirar y pellizcar. Su mayor se despegó de aquel beso para tirar su cabeza hacia atrás, mientras soltaba un pequeño grito de placer. El menor aprovecho aquello para atacar si cuello: mordiendo, chupando, besando.

Hyung... Te necesita || KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora