IX

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Escondidos del mundo en el auto a la banquina de aquella ruta vieja. Tus manos tomaron con firmeza mis muslos, mis manos apoyadas en tu pecho aferrándose con fuerza a ti. Desatábamos nuestra pasión. 
Los salvajes movimientos de nuestra desesperación por complacer y calmar los deseos de nuestro cuerpo aumentaban el calor del momento, empañando los vidrios.
Tus manos subieron lenta y seductoramente por mi espalda, presionándome más contra ti, sintiendo nuestra respiración agitada y como se aceleraban nuestros corazones llegamos al final de nuestro escape a la luna.
Nos separamos un poco y clavaste esos hermosos ojos miel en los míos. Aun en la oscuridad que nos rodeaba pude ver ese tan peculiar brillo de tu mirada, esa pícara mirada que me vuelve loca y me hace creer que nuestra conexión es más que solo física.
¿Fue un sueño o fue un recuerdo?

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