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DESHACERSE


FARAH

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FARAH

Los siete pecados capitales son ángeles caídos. Más adversarios contra los cuales seguramente será imposible luchar.

Los humanos somos nada en comparación a todo lo que ahora nos rodea. No pintamos en esta guerra.

Según lo que Raisa dijo, esos siete buscan hacerse con el control de todo ya que no desean regresar al infierno. Los oscuros actúan por cuenta propia, y este grupo en especial no es la excepción. Ella asume que están los siete juntos porque, en el exterior, ha visto muchas marcas en el suelo o paredes, como de garras que acentúan la firma Se7en. Y yo también recuerdo haber visto una hace tiempo. Estoy segura de que los ángeles están al tanto también, y, de todas maneras, nos abandonaron.

Empiezo a pensar en Samael y en lo que quiso decir con que ya había encontrado todo lo que buscaba. Se habrá referido a Raisa y a Scott. De todas maneras, me sorprendo un poco decepcionada al respecto.

Mi cabeza es un caos. Nada funciona como antes en mí.

Existen sentimientos y luego están algunas lagunas incomprensibles en mi mente. Aclarar esto que siento es lo siguiente que haré. Mientras tanto, creo que los jinetes solo seguirán a Raisa, o eso es lo que deseo. Aunque tampoco me queda claro qué es lo que busca ella. Me tiene aterrada todo ese mundo al que pertenece por nacimiento. Cada vez que la veo, siento que quiero echar a llorar. También escucho la voz de mi padre diciéndome que lamenta mucho haberme dado la vida en esta época, y creo que ahora entiendo lo que debió sentir.

Todavía tengo ese nudo en la garganta y un gran peso que oprime mi pecho: es la culpa, el amor y también el dolor. Cuán avergonzada me hace sentir todo esto.

Después de abrazar a Raisa, me veo arrastrada por una tormenta que me desarma y de la que termino huyendo, aunque mis esfuerzos solo me llevan a lo desconocido.

Me golpeo el pecho un par de veces, como si fuera capaz de desencajar todo eso que ahora imposibilita mi aliento, pero no sirve de nada. La gente que voy dejando atrás, me mira extraño porque lloro mientras corro.

Al cerrar la puerta de mi habitación me dejo caer al suelo, preguntándome qué diablos me pasa, obligándome a parar sin conseguirlo en realidad.

—Respira. —Siento una mano sobre mi hombro y doy un respingo.

Prevost ha salido de mi bolsillo. Ahora tengo a Samael justo en frente de mí.

—Lo sé todo. —Sueno terrible y siento pena por ello.

—¿Cómo te sientes?

—Debes estar bromeando. La relación que tú y yo teníamos en el pasado... —Cierro la boca cuando agacha la mirada.

Seduciendo la Rebelión ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora