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Las mañanas eran como una canción reproduciéndose múltiples de veces. La letra empezaba; su verso cambiaba a medida que las imágenes del día iban tornándose de un color completamente diferente sl otro y todo acaba con una estrofa musical y pegadiza en su cabeza para apagar el sonido incapaz de proseguir hasta un completo y nuevo amanecer.
La melodía en la que esa brisa dejaba sonar era tranquila. Los rayos de sol chocaban contra las paredes del complejo departamental; mientras que seguimos viendo la claridad con la que el cielo nos regala un nuevo amanecer y un apreciado cantar de los pájaros mientras poco a poco la nube de frialdad que yacía por todas partes sin ser visible comienza a calentar el lugar y a los alrededores de aquella gran y conocida casa con varios departamentos disponibles.
Las mañanas eran caóticas, nunca se sabía en dónde podrían estar cada uno de los grupos, pues ellos eran igual que un pez bajo el manto de agua oceánico pidiendo direcciones.
Cada quien iba por su lado, pero las mañanas lograban ser igual que siempre al lado de un buen grupo de amigos.
