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Cuando abrí los ojos, frente a mí había un lienzo blanco muy grande, era el techo. Deseaba no haber abierto los ojos, Lily no estaba conmigo.
Lo primero que hice fue intentar inclinarme hacia enfrente para poder sentarme, pero el más mínimo movimiento provocaba demasiado dolor.

Mi respiración era entrecortada, me dolía la espalda y sentía las costillas destrozadas; los pies no los sentía, como pude llevé mi vista hasta ellos notando que estaban demasiado heridos.
Llevaba trapos encima, se sentían demasiado pesados y cálidos, no me gustaban. Mis ojos paseaban de un rincón a otro, la habitación era muy grande y vacía, solo me encontraba yo y uno que otro mueble.

Una cosa peluda y escurridiza se metió entre las sábanas llegando hasta mí, me miró por un momento y después se acercó con cautela. Era blanco, su pelaje era muy suave y limpio, su cuerpo era largo y flexible, parecía un gusano.

Hizo un ruido extraño y después de tocarme el rostro con una de sus patas, salió corriendo fuera de la habitación. Fue entonces cuando su cuerpo alto y delgado entró por aquella puerta, mil veces más alta y ancha que él. Dio pocos pero largos pasos hacia la cama y me miró con seriedad. Su cabello estaba completamente suelto, húmedo y lacio. Llevaba ropa como siempre ¿Porqué? ¿Acaso no le incomodaba como a mí? De su cuerpo emanaba un olor a flores y café, fue entonces cuando noté que entre sus manos llevaba una taza con este.

Me dijo algo, de sus labios salieron palabras que yo no lograba entender. Lo miré confundido y a la vez con miedo, no tenía idea de que pensaba hacer conmigo o porqué me ayudó, no podía simplemente confiar en él.

Volvió a decir algo y soltó una leve risa repentina. Fruncí el ceño en respuesta a aquella risilla, probablemente se estaba burlando de mí.
Caminó hacia mi lado de la cama y se paró justo a un lado, dejó la taza con café en el mueble que estaba al lado y se sentó en la orilla de la cama examinando mi cuerpo. De su boca volvieron a salir palabras y llevó su mirada hacia la mía. Sus ojos eran de un color gris intenso y brillaban a pesar de ser de un color opaco. No podía sostener aquella mirada, me intimidaba y cada segundo que pasaba hacía que su mirada me penetrara, haciéndome sentir muy incómodo.

Miré hacia la taza de café, traté de mover las manos pero me resultaba imposible, parecían demasiado pesadas para mí y eso me molestaba. Lo miré y regresé mi mirada a la taza para después regresarla una vez más a él.

Asintió con la cabeza y se levantó, caminó hacia la puerta y después de decir algo, abandonó la habitación. ¿Acaso era tonto? Creí haber sido demasiado expresivo como para que no entendiera.

En seguida una mujer entró por la puerta, también llevaba prendas, estas mucho más grandes que las del hombre. Se dirigió hasta mí, me tomó por la espalda y las piernas haciendo que me sentara, todo en un par de segundos. Me sonrió y acercó la taza hacia mí, dijo algo y yo tan solo fruncí el ceño confundido. Sonrió una vez más e hizo unas señas con las manos dándome a entender que estaba caliente. Le sonreí en forma de agradecimiento y le di a entender que quería un poco. Acercó la taza a mis labios y tomé un sorbo, no estaba tan caliente como pensé, así que seguí bebiendo hasta terminármelo completamente.

En el rostro de la mujer se notaba sorpresa y reí casi escupiéndole el líquido encima. Ella me hizo compañía riendo de igual manera y en la habitación volvió a sentirse la presencia de aquel hombre. La mujer se acercó a él y después de decirle algo, él le ordenó que saliera de la habitación.

Comencé a sentirme mal una vez más, mi cabeza daba mil vueltas y sentía demasiada fatiga. Mis ojos se cerraron sin pedir permiso y volví a perder la conciencia una vez más.

"ᴇsᴄʟᴀᴠᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟɪʙᴇʀᴛᴀᴅ" -ʜʏᴜɴʟɪxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora