01. capítulo uno.

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El día estaba nublado. La cantidad de nubes grises en el cielo era suficiente para que, siendo apenas las diez de la mañana, aún siguiera un poco oscuro. Hacía frío, las calles seguían húmedas por la lluvia de la noche anterior, tiñendo el pavimento de un triste negro.

Digno del invierno, claro está.

Taehyung miraba por la ventana de su habitación, sus ojos claros perdidos en algún punto de la solitaria calle. Yacía secando su cabello azabache con una pequeña y suave toalla, en medio de la silenciosa habitación que sólo estaba cálida por su reciente ducha, el cuarto de baño con la puerta abierta brotando de ella todo el exceso de vapor proveniente de la bañera llena con el agua ya fría.

Si bien el silencio no era algo común en su hogar, su habitación era el lugar más calmado y tranquilo de la casa; siempre vacío. Sólo dormía allí, su vida se desarrollaba fuera del cuarto principal. Era como si la felicidad le esperara justo a la vuelta del pasillo del segundo piso. La gran cama matrimonial con sábanas pulcras y níveas burlándose de él al mostrarle el otro lado del colchón, ese que nunca ocupaba, siempre perfecto e intacto.

Taehyung rio entre dientes. Aun de espaldas, ese maldito lugar de la cama le llamaba la atención, siendo imposible no mirar de reojo.

No siempre durmió solo, claro está. Cinco años habían pasado desde que sintió esos fuertes, protectores y exageradamente cálidos brazos rodearle el torso al abrazarle por la espalda cada noche.

Dicen que el tiempo cura todas las heridas. Bueno, el tiempo era un bastardo con Kim Taehyung.

Luego de media hora, logró despertar del pequeño trance, su cabello estaba un poco húmedo y la toalla empapada por completo. Peinó con sus dedos sus largas hebras oscuras, y usó la liga atada en su muñeca para hacerse una coleta desprolija.

Se quitó la bata de baño y se separó sin ánimos del enorme ventanal, abandonando la vista de la monótona calle invernal para entrar en su armario y abrigarse con un pantalón de chándal y un esponjoso suéter. Calzó sus pantuflas y abandonó el silencio del cuarto al salir al pasillo, cruzando el descansillo al pie de las escaleras.

Su instinto salió a flote al visualizar la barandilla, específicamente aquella barrera de seguridad infantil que Jimin le había ayudado a instalar en las dos plantas de la casa hace un par de años. Acercándose, verificó que estuviera firme, la empujó un poco con el pie y se alejó conforme al notar que era prácticamente imposible que se abriera por sí sola.

Avanzó por el otro pasillo, ese que daba a su despacho, al cuarto de juegos, y a la habitación más importante en toda la inmensa casa.

Suspiró al estar frente a la puerta con aquel conejito de peluche graciosamente crucificado, más ambos nombres tallados en recortes de bellos y dulces dibujos infantiles.

Kim Baesak y Kim Baejeon

Taehyung formó una lenta sonrisa ladeada, consciente de que era sábado, en plenas vacaciones de invierno, con el día nublado y frío; sería casi imposible resucitar a sus pequeños.

Abrió la puerta con cuidado, abriéndose paso en la cálida habitación. Recogió un par de juguetes en el camino, junto a un par de prendas coloridas y algunos zapatos. Meloso, se acercó a ambas camas en medio del cuarto. Su sonrisa se ensanchó y suspiró una risa al notar una esponjosa y pequeña colita naranja con manchas negras sobresalir de las coloridas sábanas con estampado infantil, balanceándose de lado a lado.

Ronroneos y bufidos bajos eran amortiguados por las almohadas, podía sentir las feromonas estamparse contra sus poros junto al diminuto brillo en el ambiente, ese que indicaba en silencio que todo estaba en orden.

Ah, ese tonto jaguar... le había enseñado tanto. Y lo agradecía. De otra forma, hubiera enloquecido.

Con cautela, tomó la colita entre sus dedos, enroscándola en el índice mientras la metía de nuevo bajo las sábanas, cuidando que no se enfriara. La dueña de la colita sólo ronroneó entre sueños, sintiéndose protegida por quien sabía era su Appi. Le había olido en cuanto abrió la puerta, así que sólo siguió durmiendo.

taehyung acarició el bulto que era su hijita enredada en sus mantas antes de girarse hacia la otra cama, negando con una sonrisa ante el par de orejitas puntiagudas agitarse entre los cabellos rubios revueltos. Dio mimos detrás de ambas, provocando un fuerte bufido de alivio en su pequeño, quien de inmediato levantó el rostro de la almohada y le observó con aquellos ojos salvajemente verdes.

─Appi.. ─se quejó en un ronroneo─, es muy temprano..

Taehyung rio dulcemente, inclinándose a besar la frente de Baejeon.

─Lo sé, pero deben desayunar. Vamos, arriba. Encenderé la calefacción, tomarán leche chocolatada y hot cakes con Doki de fondo, ¿Cómo la cama puede ser mejor que eso? ─propuso, juguetón. Su hijo refunfuñó, sus orejas se inclinaron hacia atrás en señal de desagrado, pero su naricita se arrugó peculiarmente, con curiosidad.

Entonces, Taehyung sintió un peso extra en su espalda, y pronto tuvo a Baesak colgada como koala de su cuerpo, su colita enrollada en su cintura. La niña recibió un dulce beso en su mejilla a la vez que era sostenida protectoramente por su papá.

Aun adormilada, ella murmuró: ─¿Podemos mimarnos un ratito? Me pesan los ojitos, Appi..

Lo pensó un poco, y no tardó en resignarse. Taehyung cedió a sus pequeños acomodándose en medio de la cama de su hijo, con ambos cachorros acurrucados a sus costados. Se preocupó de taparlos bien, besando sus cabecitas y arrullando con una suave canción de cuna.

Unos minutos más de sueño no les haría daño.

Los infantes no tardaron en caer dormidos, Sak con su cabeza hundida en su pecho y Baejeon acurrucado en su cuello. Taehyung se mantuvo en silencio, disfrutando del sonido de la lluvia que pronto comenzó a caer afuera, golpeando las tejas del techo y las hojas de los árboles del jardín.

Aspiró con fuerza, consciente de que por su condición humana él jamás podría distinguir el aroma de sus pequeños como una fragancia animal, pero por supuesto que los diferenciaba por su preciosa esencia a familia, a hogar y a propiedad.

Porque eso eran, los cachorros eran suyos, no importaba todo lo oculto en la genética de ambos. Eran sus hijos y los protegería del mundo exterior. Los cuidaría de todo lo que significaba ser descendencia de la manada más temida en las cinco tribus de la zona.

Simplemente, los amaba demasiado.

Con una sonrisa de pacífica tristeza, Taehyung también se durmió entre los ronroneos de ambos híbridos.

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