Hamelín

Ese sábado, una infestación de doxys en Grimmauld Place sacó a Harry de la casa que heredó de su padrino por primera vez desde, bueno, básicamente desde que se instaló allí.

Tras el final de la guerra, se había dedicado a arreglarla, convivir por las buenas con Kreacher, desperdiciar la fortuna Potter y la facción Black que le correspondía e intentar decidir qué hacer con su vida que no involucrase ponerse en peligro de una forma innecesaria que pudiese revivir sus traumas. Y hablar con su psicomago. Hablaba mucho con su psicomago. Justo ese día tenían una sesión, pero en vista de las circunstancias, acordaron aplazarla hasta que las criaturas mordelonas estuviesen fuera y Harry a salvo.

Hermione insistió en que se lo dejase a algún profesional del Departamento de Control y Regulación de Criaturas Mágicas, lo que también significaba su primer contacto con el Ministerio desde la guerra. Harry estaba en buenos términos con el actual Ministro. El problema eran todos los demás trabajadores, la prensa y el mundo mágico en general.

No era que estuviese sometido a un aislamiento autoimpuesto, no, nada de eso. Paseaba en el patio con la escoba, utilizaba una sala habilitada por la magia del elfo para practicar Quidditch, comía en La Madriguera cada domingo y siempre recibía a sus amigos en Grimmauld Place. Ginny lo ayudaba a que no se ablandase con el Quidditch. Ron se acababa las provisiones de comida que Kreacher compraba para él y estresaba al elfo a niveles imposibles con lo que consideraba "malos modales". Hermione inclusive le acompañó a aprender a preparar recetas complicadas que jamás hubiese intentado en casa de sus tíos.

Harry no tenía idea de qué sería de los siguientes cien años de su vida como mago, así que se lo tomaba con calma. Aunque no se arriesgó a ser captado por la prensa durante su salida, claro. Tenía la teoría de que Skeeter sobrevivió a la guerra sólo porque ni siquiera el mismo Voldemort sabía qué hacer con ella.

Le pidió a Kreacher que le avisase cuando los especialistas en plagas, a los que el huraño elfo vigilaba, hubiesen dejado Grimmauld Place, tomó su mochila cargada de objetos importantes para el día fuera y se Apareció en el Londres muggle, en una zona poco transitada de locales pequeños y acogedores. Ginny le había recomendado una cafetería a la que fue en una cita, diciéndole que tenía la mejor tarta de melaza que existía; él necesitaba juzgar eso.

Ingresó con el perfil bajo, mezclándose entre muggles, contando con que no lo reconocerían, le tomaron la orden y se instaló, satisfecho con su pequeño escape. Abrió el bolso, que colocó en la silla junto a él, para sacar su libro de turno. Otro efecto del tiempo con Hermione en Grimmauld Place era leer.

No leía cualquier cosa y los libros de teoría todavía lo cansaban como en la época del colegio. No, lo que Harry leía era algo especial.

Se había hecho fanático de una saga de fantasía. Era maravillosa; estaba ambientada en un mundo que combinaba pasado y futuro, una civilización mágica oculta, trama política compleja pero fácil de entender y de seguir, además de mil tradiciones y detalles. Y su protagonista era gay, cosa que no parecía causar ningún revuelo en la comunidad mágica, sólo entre los muggles, que también lo leían.

Ignorando el hecho de que lo haría sonar como un cursi, Harry tenía que admitir estar de acuerdo con Hermione en que uno de sus aspectos favoritos era el tinte romántico. No sólo era divertido ver que el protagonista pasaba de una relación de rivalidad y odio a una amistad con quien luego sería su pareja, sino que la historia contaba con conceptos sobre el amor que le fascinaban, como la idea de que la magia de los personajes se atrajese entre sí. Terminaba con una sonrisa tonta después de cada escena que tenían juntos.

Desde la noche anterior, sufría una inmensa frustración porque estuvieron a punto de besarse, y como era obvio, alguien los interrumpió. Harry había gritado, cerrado el libro e ido por una taza de chocolate caliente. Luego volvió, lo abrió y leyó otro poco, pero el momento del beso había pasado, y decidió que debía dormir unas horas si pretendía continuar la historia.