𝔼𝕝 𝕡𝕣í𝕟𝕔𝕚𝕡𝕖 𝕖𝕟𝕔𝕒𝕕𝕖𝕟𝕒𝕕𝕠

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Celebrar un cumpleaños siempre sería algo de lo que alegrarse, algo que esperar con ansías y más si tus familiares han esperado que ese día llegue, a veces algunos cumpleaños son más importantes que otros y, ese es mi caso, oficialmente he cumplido dieciocho, estoy en la mayoría de edad y en cualquier momento puedo ocupar el trono.

Ah, casi lo olvidaba...

Soy el primogénito de éste reino, algunos esperan mucho de mí y otros tanto simplemente están felices de mi presencia, claro, no faltan los enemigos hacía mí, pero ¿qué son unos cuantos malos comentarios y furias contra mí? Finalmente estoy en lo alto, disfrutando entre riquezas y la alegría de una familia unida, mientras aprendo de los deberes que necesito desempeñar para ser un rey digno de este pueblo que llamo hogar.

No suena tan difícil mi vida, si lo piensas bien y es verdad, es cierto que disfruto al máximo, no, no soy una especie de niño malcriado, si soy alguien aventurero y travieso desde que tengo memoria, pero, hasta ahí, mi alma quema por una aventura nueva, por ir a explorar todo aquello que no conozco, a veces pienso que quiero devorar al mundo, porque más allá de las puertas del castillo y del bosque sé que hay más cosas por las cuales vale la pena vivir y reír, yo quiero estar allí y disfrutar de ello.

Existía la posibilidad en el a que yo no debiera de ocupar el trono de mis padres, después de todo también querían que fuera feliz, si era cierto, entonces, ¿por qué yo mismo no me atrevía a salir más allá? ¿Qué era lo que retenía a mí alma aventurera?

E incluso había alguien más calificado que yo para seguir la línea del trono, aunque no hubiera pronto otro heredero, pero si serían personas más jóvenes que mis padres e incluso ambos tenían un buen linaje, uno con el destino arrebatado de haber llegado a ser un emperador de un poderoso reino y otro era el hermano de mi padre que claro conocía algo sobre todo esto. Ambos buenos candidatos con múltiples conocimientos y con la valía de que incluso siendo menores de quince años llegaron a gobernar mejor el reino que mi padre y abuelos en todo su tiempo.

¿Qué estoy esperando para abrir mis alas?

La fiesta ha comenzado, varias personas de la clase alta han llegado a celebrar mi mayoría de edad e incluso representantes del reino vecino han venido a verme, es claro que muchos no porque les agraden mis padres o a mí, sino por interés de tener más riqueza, de un trato o simplemente cualquier otra cosa que les trajera un beneficio, tal vez eran pocos los que realmente quería algo honesto conmigo.

Muchas señoritas se acercaban a mí y ya que tampoco era raro, algunos jóvenes herederos también, no lo voy a negar, muchos rostros, actitudes y prendas eran tan exquisitas para mí, un deleite visual, pero que no llamaban a la puerta de mi corazón y simplemente lo único que tal vez llegaba a agradecer era que buscaba un amigo más allá de estas cuatro paredes y salones llenos de riquezas.

Me estoy agotando de todo esto, ya no quiero conocer a nadie más, no quiero dar más halagos falsos o siquiera recibirlos, debería escapar, debería de hacerlo, pero no tengo la fuerza de ello, me quedo a gastar mis energías entre bailes que talvez no valen la pena a pesar de la música tan hermosa que tocaban los mejores músicos de la época para mí.

Entre vueltas, entre diferentes manos y ropas lujosas me asfixio, mi vista sigue topándose con cosas que me abruman ahora.

¿Y si esto es solo un ciclo que nunca se puede terminar de romper? Me lo pregunto con frecuencia porque tal vez eso mismo les paso a mis padres, bueno, al menos sé que eso pasaba con mi padre hasta que conoció a mi madre y se enamoraron, tal vez podría considerar que mi padre rompió las reglas porque mi madre ya era simplemente parte de la nada, de lo más bajo de esa jerarquía.

𝐻𝒾𝓈𝓉𝑜𝓇𝒾𝒶𝓈 𝒸𝑜𝓇𝓉𝒶𝓈 𝓆𝓊𝑒 𝒸𝑜𝓃𝓉𝒶𝓇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora