El sonido de un trozo de carne muerta golpeando el suelo de cemento me hace abrir los ojos. Un sonido estridente anuncia la llegada de una criatura blanca y emplumada cual ángel que bendice la presa que acaba de matar. El ángel, antes de alzar el vuelo y abandonar su presa allí, me observa con sus ojos furtivos a través de los cristales que separan el balcón de mi cama, esos mismos cristales que se sienten como una barrera de advertencia por si algún día se me ocurriese salir al balcón sin intención de volver a entrar; cosa que haría ahora mismo con tal de borrar de mi cabeza las imágenes que incendian mi mente con los recuerdos de anoche. Mis ojos se entrecierran mientras recuerdo el maquillaje de los payasos, el sexo que tuve con ellos y la voz del director del circo mandándonos a todos a la mierda.
Bzzzzzt. Bzzzzzzzt. Bzzzzzzzzt.
El sonido del despertador me hace abrir los ojos nuevamente y volver al presente repentinamente, son las 8 de la mañana del Sábado 14 de Noviembre de 2015, instintivamente me levanto y me siento al borde de la cama mientras mi cabeza da un vuelco y unas nauseas lejanas recorren mi garganta. Apago torpemente el despertador y el silencio vuelve a reinar en mi piso. La nariz me escuece, el coño me arde.
– Mild, amor – dice Xavi, mi marido, arropado entre las sábanas a mi lado – ¿qué pasó ayer?
Quiero contestar, pero me invade la horrible sensación de que mis cuerdas vocales se desmoronarán si digo una sola palabra.
Las sábanas violetas están pringosas y manchadas de blanco, no tengo claro si es maquillaje de payaso o cocaína. Quería creer que todo había sido un sueño, pero tenía pruebas de ello delante de mi propia cara, literalmente; nada más girarme hacia Xavi, una redonda y roja nariz de payaso se desprende de mi cara y rueda sobre el suelo de parquet.
– Eres periodista– me recuerda mi marido – tu trabajo es escribir y entrevistar a gente, no entiendo porqué tienes que andar por ahí haciendo dios sabe qué. No me importaría que te liases con gente rara por placer, al fin y al cabo tenemos una relación abierta por algo, pero no entiendo porqué tienes que hacer estas cosas por trabajo.
– Precisamente por eso estoy haciendo esto – logré proferir por mi garganta – necesito sacar al robot de ese circo, hay veces que hay que arrastrarse por el barro para conseguir lo que se necesita.
– Por favor, ve con cuidado – me pide él.
Finalmente consigo ponerme en pié y caminar torpemente hacia el lavabo.
– Vaya, parece que hay otra paloma muerta en el balcón – comenta Xavi –. Luego salgo a limpiarla.
* * *
Mis manos sobre el volante guían a mi Fiat 500 de color gris a través de los túneles de Vallvidrieda en dirección a Barcelona. Hace unos días escuché en las noticias que hubo un accidente en cadena dentro de un túnel y murieron decenas de personas, me pregunto cuán fácil sería morir aquí y ahora si provocase un accidente con mi coche. Finalmente llego a Barcelona. No tardo mucho en aparcar cerca de la plaza del Comte Duc d'Almòdia y llegar a la sede de Acromasa. Unas gigantescas columnas de un tono blanco mate y uniforme se extienden más allá de las escaleras de la entrada y las puertas giratorias de cristal.
Tras entrar en el luminoso vestíbulo puedo ver un mapa del mundo con las cinco sedes de Acromasa marcadas con puntos grises: Barcelona, Bronenville, Londres, Amsterdam y Tokio.
– Buenos días, rubita – dice con tono pretencioso el portero con traje negro mientras me sobresalto al ser repentinamente alertada de su presencia. Sin intención de contestar, me subo en el ascensor, decorado con adornos modernistas de latón.
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El Valle De Lo Inquietante
Science FictionTrigger Warning: Violencia sexual, drogas, gore. Relato de terror y ciencia ficción sobre periodismo, payasos y un robot.