Prólogo

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La chica miraba el mar, el único lugar donde solía ser feliz, donde cobijaba sus heridas. Sus ojos reflejaban la nostalgia que sentía, esa sensación de saber que jamás regresaría a su hogar, que la había acogido desde que era una niña, le ahogaba por dentro.

Y todo por el. Por su maldita curiosidad de querer averiguar todo. Por su interés en remover su vida de arriba a abajo sin dudarlo.

Lo hemos buscado, no debimos enamorarnos de él, el punto era subir a la superficie. Nunca debimos revelarle nada de lo que se escondía en el fondo del mar y ahora nos condenaran por ese error, mi mente me reclamó. Fuimos muy ingenuas para no saber que los hombres solamente destruyen lo bueno que hay en nosotras. 

Sentí las lágrimas rodando por mis mejillas y me las sequé con rapidez, no podía ser vulnerable. No merecía que me encontrar de esa forma por su culpa, ya que su traición solo fue el principio de mis problemas. Fue entonces, cuando noté que alguien se había sentado a mi lado, supe quien era a guardando silencio.

—Lo arruiné..., de la peor forma posible. Y ahora todos vosotros estáis siendo afectados por lo que paso, por mi culpa. —hablé, sin mirar a mi hermana Atenea, pero aún así sabía que estaba a mi lado—. Desearía que nada de todo esto haya pasado. Quisiera que no afectara de tal manera su traición. 

Aparte la mirada del mar, para observar a mi hermana. Sus ojos celestes, como los de mi madre me trasmitían calma, demasiada calma, pero sabia que no me diría nada bueno. 

—No voy a decirte que entiendo como te sientes, pero lo que ahora sucede es mucho peor de lo que paso con ese humano, Eileen. Te lo arrebataran todo y no podrás regresar al mar. —hablo mi hermana, mientras me abrazaba de atrás. 

Mis ojos se anegaron en lagrimas y esta vez, no hice nada por detenerlas. Aitana al verme, me abrazo con fuerza, sin decir nada en lo absoluto, antes de susurrarme al oído: «Te quiero mucho hermanita, nos veremos de nuevo».  Fue entonces, cuando se levanto y salió corriendo, antes de sumergirse con rapidez en el mar. 

Lo supe en cuanto lo hizo, en cuanto se alejo, internándose entre las olas. No volvería a verla. 

No como quisiera que fuera.  Y había perdido totalmente el lugar que yo consideraba mio. Y todo por confiar en alguien que simplemente no formaba parte del mismo.

Había traicionado a mi gente por el. Y el me había traicionado por un maldito título universitario que consiguió gracias a mi.

Gracias a mi secreto más preciado.

El Canto de La Sirena (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora