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La tarde de aquel miércoles con neblina había pasado relativamente rápido, Yoongi terminó por ayudar a su madre a desempacar algunas prendas de ropa mientras que otras cajas habían sido enviadas a un pequeño cuarto de limpieza.

El reloj que había colgado su padre minutos antes, marcaban las diez de la noche, en un rato más el retraído Yoongi tendría que cenar e ir a dormir, pues estaba acostumbrado a dormir temprano por las exigencias de su progenitora.

En el pequeño rato que tenía libre, antes de ir a cenar, decidió por explorar la casa ¡que por cierto! no solo era habitada por la nueva familia Min, sino que también es una casa compartida dónde viven sus otros vecinos, los cuales aún no ha tenido el placer de conocerlos.

Mientras su madre cocinaba y su padre se encargaba de arreglar las habitaciones, Yoongi cerró la puerta del cuarto de limpieza cuando había terminado de acomodar las últimas cajas y ahora sí, conocer su hogar. Observó las desgastadas paredes que eran forradas por un papel tapiz con formas de flores violetas, a su izquierda se encontraban las largas escaleras que dirigían a las habitaciones, y más adelante un extenso pasillo que dirigía a la sala, cocina, baño y patio trasero.

Camino con posma observando el techo, paredes y la alfombra grisasea con manchas amarillas que le provocaban cierta repugnancia. Giró rápidamente a la izquierda para adentrarse a la sala oscurecida, dónde podía ver a la perfección la gigantesca luna de queso, cómo él solía llamarla. Yoongi era un pequeño con mucha imaginación.

Dentro de aquella insípida sala, lo único que brillaba y había llamado su atención, fue el pequeño cofre de color rojizo y con una cerradura dorada que la hacía brillar junto a la luna. El cofre se encontraba arriba de una repisa, que por supuesto Yoongi no podía alcanzar.

—¡A cenar! —el grito de su madre hizo eco en todo su hogar, provocándole un pequeño saltito y escalofrío del susto.

Yoongi no pensaba quedarse con la duda de que habría dentro del cofre brillante, así que salió despavorido hasta llegar con pequeños saltitos y una sonrisa traviesa, hasta su madre que terminaba por servir el jugo de naranja que tanto le gustaba a su hijo.

—¡Un cofre! ¡un cofre! —Yoongi exclamó mientras señalaba fuera del comedor y se balanceaba con sus pequeños piecitos descalzos.

—¡Yoongi! ¿Cuántas veces te he dicho que te pongas los zapatos? —regañó la mujer con un suspiro agotador.

—Me pondré los zapatos si me abres el cofre. —sobornó con inteligencia al mismo tiempo que mostraba su encía rosada acompañada de sus pequeños y perfectos dientecitos.

A la mujer no le quedó de otra más que complacer a su hijo, que en raras ocasiones solía ser un poco hiperactivo, ya que Yoongi regularmente era bastante reservado y serio. Por eso mismo no tenía muchos amigos, bueno... En realidad no tenía ningún amigo.

Ya estando en la sala de la casa y Yoongi haberle mostrado el susodicho cofre, su madre lo bajó para que entre los dos, observarán que había dentro.

—¿Llaves?

El pequeño de hebras negras que caían sobre su frente con la misma decepción al ver lo que el cofre contenía en su interior; distintas llaves, de diversos tamaños y colores.

—¿Ya puedes ir a ponerte los zapatos?

Yoongi observó con recelo a su madre, se encontraba intranquilo, y ante eso, salió corriendo de la sala gritando un "no" mientras su madre lo perseguía entre gritos.

Después de una regañiza por parte de su madre y una plática de conducta de su padre, finalizó con la cena que había preparado su madre con lo poco que se había comprado de alimento, pues sus progenitores habían estado escasos de dinero debido a la...

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Después de una regañiza por parte de su madre y una plática de conducta de su padre, finalizó con la cena que había preparado su madre con lo poco que se había comprado de alimento, pues sus progenitores habían estado escasos de dinero debido a la compra de la casa.

Yoongi se llevó sus platos y vaso al fregadero y con una sacudida de mano se despidió de sus tutores para luego subir las escaleras con brazos cansados y espalda jorobada, denotando el agotamiento que le había causado todo un día de mudanza y berrinche.

Al entrar a su habitación, se topó con una pequeña cama y un mueble donde guardó sus pertenencias. Sus padres le habían prometido remodelar su habitación para que estuviera acorde a sus gustos y no solo tener una pared con estampados de flores y ventanas con grietas donde perfectamente pasaba el viento.

Se recostó en la cama y luego de unos minutos mirando el techo, soltó en llanto.

Las lágrimas recorrieron sus pálidas mejillas hasta perderse en esos delgados y rosados labios que absorbieron las gotas. Sorbío su nariz y limpió con ayuda de su bracito pálido. Suspiró para soltar todo dolor que tenía acomulado en el pecho y luego quedarse profundamente dormido.

Hasta que un ruido lo despertó de sopetón.

Provenía de la sala, y como Yoongi era un miedoso curioso, se colocó sus pantuflas y bajó atemorizado las escaleras pero ansioso por descubrir que había sido aquel ruido que se atrevió a despertarlo de sus dulces sueños dónde podía ser feliz.

Yoongi entró a la sala y abrió la boca sorprendido cuando frente a él estaba una pequeña puerta abierta que iluminaba de colores rosados y violetas toda la estancia.

Sin dudar, se acercó para observar con mejor detalle de que se trataba.

Sin dudar, se acercó para observar con mejor detalle de que se trataba

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⏰ Última actualización: Feb 04, 2023 ⏰

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