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Un mal día puede arruinar el humor de cualquiera. Y el enojo que Velkan sentía lo impulsaba a planear su venganza sobre su hipócrita madre.
«Haberlo castigado por ofender a una vaca de alumna en su escuela» Pensaba,Velkan; Sabía perfectamente que Romi y sus compañeras de trabajo susurraban entre ellas durante el trabajo, o hasta de ellas mismas así ganaran sólo 2 kilos después de las fiestas. Juzgaban a mujeres embarazadas mal vestidas o a adolescentes y niñas que encontraran comiendo helado fuera de las tiendas de ropa.
Ser parte de un equipo de estilistas de moda para la revista de Vanguardia de la ciudad, había cambiado la visión del mundo completamente para Romi. La empresa buscaba influenciar a las jóvenes mujeres, a mostrar la belleza monótona y la perfección del pasado, junto al enfermizo estándar de la actualidad.
Aún así Romi conseguía un salario más que decente, costeándose una gran de dos pisos, con ventanas enormes, grandes habitaciones y cada cuarto con su propio baño y todas las comodidades electrodomésticas.
Pero Romi, a diferencia de sus compañeros, ocultaba un secreto. Inclusive trató de ocultarle a la empresa su antiguos matrimonio y el resultado de este, el cual es Velkan; las estrías o el incremento de sus pechos, imperfecciones que serían imperdonables, un despido asegurado, o peor aún, la burla de la empresa.
Actualmente, ella terminaba exhausta cada día después del trabajo. Lidiar con su rebelde hijo Velkan, usar tacones altos el día entero y las demandas de algo nuevo en la revista, hacían que sintiera que su cabeza iba a estallar. Sensación que calmaba con de copas y más copas de vino cada noche hasta caer inconsciente en el sofá. Principalmente porque es una bebida de clase en su empleo y sin tanta grasa como la cerveza. Lo tomaba en exceso y significaba un gran gasto, pero todo era por su pequeño momento de placer.
Después de repetir esta rutina desde hace un par de años, esto ahora daba una ventaja a Velkan, pues mientras su madre roncaba en el sofá con la televisión encendida, él se escabulló al comedor, buscando por el bolso de su madre sobre la mesa. Hurgando, se llevó la tarjeta de crédito de Romi.
En su habitación, Velkan borraba y anotaba su estrategia en su diario privado. Había tantas cosas anotadas ahí sobre su madre, sus compañeros, maestras y su vida privada, nada positivo aparentemente. Romi no soportaría ni un segundo el enterarse de lo que hay escrito ahí.
El diario ahora también contenía toda la información necesaria de la cuenta bancaria y los lugares favoritos de Romi.
Toda la noche Velkan no cerró sus ojos, se movía con cuidado por los pasillos y la habitación de Romi, tomando prestada su computadora castigada y su celular. Generando perfiles anónimos y mintiendo en cada ubicación, asegurándose que su madre no descubriera los gastos de su tarjeta. Hacía todo en silencio, vigilando la puerta en cualquier ocasión, debía preparar todo y ocultar su rastro antes del amanecer. No había tiempo para errores.
Ya programadas las ordenes, Velkan guardó todo de nuevo, sus objetos castigados en los cajones de su mamá y la tarjeta y billetera de nuevo en el bolso, todo antes de que una embriagada Romi se despertara y se tambalearan hasta su propia habitación, todo estaba igual como si nada hubiera pasado, aunque Romi ahora mismo no distinguía bien tras su borrosa visión. Velkan vigilaba desde atrás de la puerta de su cuarto para asegurarse.
Su madre se quitó su ropa, y sus zapatos, arrojando todo al suelo, desatando su dolorosa y ajustada faja que le ayudaba a encoger sus enormes senos, exhalando de alivio, como si el usarla le impidiera respirar. Y así, lanzando su gran cuerpo de mamá sobre la cama, roncando nuevamente.
Velkan suspiró con alivio, su venganza se echaría a andar mañana por la mañana. Nada podría salir mal...
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Romi levantó su rostro de su almohada, preocupada alcanzó su teléfono de su cómoda, fue pura suerte que no cayera de la cama. Miró la pantalla, "sábado 01:35", un alivio, creía que se había quedados dormida.
Se sentó en la cama, notando el dolor de cabeza, su pecho desnudo y la puerta de su habitación completamente abierta, eso podría haber sido vergonzoso. Se abrochó su camisa que arrojó al suelo anoche y salió al pasillo, aquejándose por su severa resaca.
Tocó a la puerta de la habitación de su hijo. —¡Velkan! Más te vale no haberte quedado dormido... de nuevo.— No hubo respuesta alguna y gritar sólo empeoraba su migraña, no sentía ganas de lidiar con los berrinches de su hijo.
Habiendo puesto la cafetera, se sirvió una taza de café y aspirinas, lo que fiera por relajarse. Iba a dar su primer sorbo cuando el timbre de su puerta sonó. Algo molesta pero curiosa, observó por la mirilla, viendo a una joven con gorra al otro lado.
Abrió la puerta ligeramente, ocultando su ropa interior de la vista de la repartidora —¿En qué puedo ayudarla?—.
—Muy buenos días señora Romi, vengo a hacerle una entrega especial de parte de La casa de los postres—. La joven notó la ausencia de sostén bajo la camisa de Romi, ruborizándose ligeramente. —E-Espero no haberla encontrado en un mal momento—. Sonrió nerviosa, con una caja rosa en sus manos.
Romi se notó también, poniendo un brazo frente a su pecho —Este... pero yo no ordené nada...—. Aún así la mamá tomó el paquete, el cual efectivamente tenía una etiqueta con su nombre escrito.
—Oh, eso es porque es de un admirador secreto—. La repartidora guiñó el ojo. —Es nuestra política no revelar información de nuestros compradores o receptores, creemos que mantiene el romance.— Concluyó la joven.
—S-Suena todo muy lindo y... todo eso. Pero no puedo aceptarlo— Respondió Romi, aguantando las ganas de observar el interior de la caja rectangular.
—Me temo que no puedo regresarla, consérvela, como un obsequio. Qué tengas buen día—. Sonriente, la chica repartidora se alejó, regresando a su auto y partiendo.
Romi sólo quedó con más dudas que respuestas. Así, cerró la puerta y colocó la caja sobre la mesa del comedor. Tentada por la curiosidad la abrió, viendo una docena de postres de chocolate, entre brownies, donas rellenas y rollos cubiertos de glaseado, también una caja más pequeña, llena de chocolates rellenos de liquor.
Un sobre expresaba palabras muy románticas y algo personales para Romi. Ninguna señal de la identidad del posible "admirador secreto", las palabras habían sido impresas.
Todo esto era severamente extraño. Pero, una mujer divorciada como Romi se sentía halagada en cierta forma y... el chocolate... «tengo desde la preparatoria sin probar su sabor. Años y años de dieta...» La mente de Romi estaba confundida y tentada, quizás por el alcohol de anoche, pero la tentación era irresistible.
Sus dedos tomaron una de las cremosas donas y la acercó a su boca. Mirando a su alrededor, como si la observaran, dió una gran mordida, el relleno de avellana manchando sus labios, Romi sintió algo más que gusto en ese momento. Casi enseguida comió un par de chocolates, el relleno de moka y vino invadiendo su paladar. Casi se atragantaba sino fuera por su café que dejó cerca.
Velkan la observaba con mucha atención detrás de una planta al final del pasillo, su madre semidesnuda engullendo el resto de la dona entera por completo, una tras otra abultando su abdomen. Esto sólo le indicaba al joven rebelde, que su plan de venganza marcharía perfectamente.
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Grounded
Teen FictionDespués de ser castigado, Velkan guarda gran rencor a su madre. Buscando vengarse, decide sabotear su dieta, haciéndola ganar peso hasta que sprenda su lección. (Historia en conjunto con @ssbbwstory)