La mujer ni siquiera tuvo que decir más y Jeon ya se había parado para hacer una reverencia.
Demonios, era solo un niño.
- Su nombre. -Dijo con hostilidad, la vieja mujer.
- Jeon Jeongguk.
La mujer tomó la lista que tenía en su escritorio y escribió...
El amor es el vínculo de afecto que nace de la valoración del otro e inspira el deseo de su bien.
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Cerca al área, en gran parte rural de Dalseong-gun en el oeste, se encontraba una cálida SeoGu, exactamente Sangjungi-dong; Al punto de que no había cabida para que alguien tuviera puesto un abrigo.
El cielo era de un azul munsell tan limpio que no había una sola nube y un mar de gente adornaba las calles de SeoGu, los autos en la vía ni siquiera avanzaban y el tránsito.. El maldito tránsito era un infierno, parecía que todos aquel lunes habían echado los hígados por salir tarde de sus casas.
El ambiente era tenso, como siempre; porque la calle es hostil y agria.
Y lastimosamente, dentro del auto de la madre de uno de nuestros protagonistas, no era diferente.
— Maldita sea, Jeongguk.
— Perdón, mamá.
— ¿Por qué demonios no pudiste simplemente estar listo a la hora que te dije?
Jeongguk volvió a llorar, pasando sus manitas por su rostro intentando limpiar las lágrimas que salían de sus ojos.
— No llores ¡No tienes el maldito derecho de llorar!
Ahora su otro moflete estaba rojo a causa de otra bofetada.
Jeongguk puso las manos en su regazo y apretó la tela de sus pantalones a cuadros.
— Maldición ¡Deja de llorar! ¡Solo los maricas lloran!
Los autos avanzaron. La mujer tomó el volante y echó a andar el coche.
Jeongguk siguió hipeando, no podía evitar llorar, sus mejillas ardían y sus bracitos dolían.
— ¡Eres igual que el marica de tu padre! ¡Para de llorar!
— Perdón, mamá.
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