Prólogo

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Fría.




La noche estaba fría y sin embargo sentía las palmas de mis manos sudar.


Respiré profundamente y repasé todo en mi mente por doceava vez esta noche, nada podía salir mal.

Nada debía salir mal.

Desde el techo de este viejo edificio abandonado donde lloré, grité, supliqué y dejé un pedazo de mi alma, observaba la casa que estaba frente a mi, con las luces todavía encendidas.


A lo único que le temía estaba dentro de esa casa.


No podía evitar las náuseas que sentía.


Los nervios.


El miedo.


No temas, no estás sola, no está vez.


Me giré quedando de espaldas a esa casa que odiaba, mi vista cayó en los dos chicos que estaban recostados bromeando en los grandes tubos de metal de la vieja fábrica, luego bajo a la chica arrodillada a un lado de ellos que sacaba un arma del bolso tirado a su lado en el suelo.


Sonreí.


La tensión que sentía disminuyó un poco, de alguna forma los chicos frente a mi eran mi familia.


Con la que me sentía segura y en la que confiaba más que en nadie.


No creí que volvería a confiar o sentirme segura con nadie, no creí que alguien podría entender mi dolor o mis pensamientos, pero esta era la prueba.


No una persona, ni dos. Si no cuatro.


Cuatro personas tan jodidas como yo, tan rotas, con traumas y demonios.


Sin embargo sonreían.


Si eso no es ser fuerte no se que carajos es.


Y pensar que cada uno estaba al borde del colapso cuando nos conocimos. De alguna forma nos necesitábamos.


Mis ojos se fijaron en el chico que estaba saliendo al techo por las escaleras, el pasó al lado del resto y murmuró algo que provocó risas entre ellos antes de dirigirse a mí.


Lo admiraba, siempre sonreía a pesar de estar tan o más jodido que nosotros. Sus ojos color miel cayeron sobre los míos y una sonrisa de lado apareció en su rostro.


Le devolví la sonrisa al instante, se veía dulce e imponente al mismo tiempo, iba vestido de negro como nosotros pero se veía mucho mejor.


Se detuvo frente a mí y me ofreció el arma que sostenía en su mano derecha.


La tomé y la coloque en la cinturilla de mis pantalones antes de volver a verlo a los ojos, ya no había una sonrisa en su rostro.


-¿Estás lista?- preguntó en voz baja


Exhale todo el aire que que sin darme cuenta tenía contenido.


-Lo estoy - respondí con seguridad


El asintió para luego decir en voz alta -Es hora


Observe a los demás asentir al escucharlo.


El se quedó un segundo más mientras los demás bajaban las escaleras para salir del edificio, estiró su brazo y me atrajo hacia el depositando un beso en mi frente, cerré los ojos ante la sensación.


Se separó de mi y sonrió ligeramente antes de seguir a los demás.


Volví a girarme para tener la vista de esa casa nuevamente, las luces ya estaban apagadas.


Hoy era el día.



Hoy todo acabaría.



Hoy mataría a mi padre.

RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora