Soy Elisa, pero tambien soy miedo, un sentimiento que es parte de muchas desiciones y ahora es parte de mi y puede ser parte de la interrogatoria de quienes somos. Pero, ¿Miedo a los demás o a nosotros mismos? Durante la pandemia del Covid-19 me protejo con una tela que se supone impide o previene al menos los contagios, pero para aquellas personas con temores ocultos se convierten en la forma perfecta de ocultarse. Y por primera vez ya no tememos. Las emociones traspasan mi mente y corazón y se ven reflejadas en mis gestos, el esfuerzo de mantenerme completamente neutra para que aquellas inseguridades escodidas no salgan a la luz. Para muchos cuyo autoestima no es un obstáculo la protección permanece como una tortura, la belleza oculta tras los ojos cuyo deber ahora es representar todo sentimiento, siendo un trabajo de largo plazo, pero no eterno. Expuesta, esa es la palabra que me identifica, al quitarme el cubre boca en el transporte público y luego en la sala de clases donde admiro a algunas compañeras quienes complacidas por esta nueva decisión maquillan sus bellos pómulos apreciándose en espejos de mano, entonces vuelvo a colocarmela. Quisiera ser ella, no por su persona exactamente porque desconozco su interior, si no por esa seguridad en sí misma lo cual podría sonar contradictorio y prejuicioso, pero desde la vista de mi asiento apreciaba eso que escasea en mi.
Soy Elisa, pero también soy ansiedad, mis manos tiemblan al entrar al salón con mi rostro descubierto, aunque al cruzar la puerta mis ojos no se entrelazan con la mirada de nadie más, mi mente me grita que la atención de todos al interior están sobre mi, cada paso es eterno, pues jamás pensé en revelar mi rostro al mundo tan pronto, o más bien, mis miedos.
Era tres años más joven cuando todo comenzó, tal vez más delgada que hoy pero en ese entonces nunca sería la persona indicada para mi misma y no tenía una pandemia que me ayudara a ocultarlo. Al salir al mundo de la adultez, a mis 18 años me encontré siendo parte de esta nueva historia y aunque no estaba preparada para esto, ni nadie en lo absoluto, realmente a lo que me vería enfrentada en la incertidumbre del confinamiento, sería a mi mente.
Soy Elisa, pero también soy depresión. Me sostuve por un tiempo en la oración, podría decir que mi lado espiritual me salvo la vida un par de veces cuando ya no soportaba el encierro y las voces en mi cabeza, pero las plegarias no fueron suficientes, con el paso de los días mis inseguridades crecían. Hace un tiempo me miraba en el espejo antes de salir a alguna parte, pero nunca me puse tanta atención como en aquel encierro, la abrumadora imagen de mi y del tiempo sobre mis hombros. No tenía el control y no sabía hasta ese momento que necesitaba tenerlo. Llanto intermitente cada noche en la oscuridad de mis sábanas, con desesperación pedía que terminara, el deseo de salir a la calle y respirar aire fresco nunca estuvo tan presente. No temía al virus, bueno, no me creo inmune a nada, solo no quería verme un día más pensando en lo débil que era.
A los meses ese pedazo de tela no sólo hacia el trabajo de cubrir parte de mí rostro, también me ayudaba a fingir con la mirada, no esperaba que ésta estuviese vacía al momento de volverme hacia otros, pero esperaba que el reflejo de mi interior no se aproximara. El calvario del encierro se detenia de a poco, pero entonces aparecieron tormentos peores, lo que antes eran dudas sobre mi belleza e inteligencia ahora se había convertido en impedimentos para mostrar al mundo mi verdadero yo, para demostrarme a mi misma quien era o en quien durante tanto tiempo me había convertido.
¿Sigo siendo Elisa? ¿Ahora soy mi propia enemiga?
La pandemia me tiró al suelo y ahora no sé como ponerme de pie. "Es momento de sacarse la mascarilla", proclamó el gobierno, "¡Mascarillas afuera!", pronunció feliz un chico en la clase de sistemas, lanzando la suya al suelo y pizandola. Para algunos era un alivio, para otros significaba mas posibilidades de nuevos contagios, para mi era volver a descubrirme. Las personas al interior del autobus miran con desagrado a quienes han hecho caso al mandato. Yo no sé qué dirección tomar, no estoy lista.
¿Es momento de hacer lo que por muchos años no hice? ¿Es momento de amarme?
Durante las clases en pandemia al usar el cubre bocas me sentía cómoda, aliviada de solo tener que sonreír con los ojos cuando era necesario, aunque sí necesitaba llorar la tela no era algo que apoyara, pues ahora debía ocultar mis ojos de la vista de los demás o mis lágrimas quedarían expuestas, rara vez pasaba.
Durante el covid-19 no sólo me oculte de un virus, de mis compañeros, de mi familia o de las personas en general, me menti a mi misma, me repetía una y otra vez que esto estaba funcionando, los demás no me verían al salir a la calle, pero dentro de mi sabia que no duraría para siempre aunque quisiese egoistamente que así fuese. Y me encontraba ahí, esperando una vez más el autobús para ir a la universidad después de 3 años de ocultarme de mi propia crítica. Mostrarme ante el mundo, ante mi y volver a conocerme no era una decisión fácil. Tomé la mascarilla en mi mano para ponerla sobre mis mejillas una vez más, la apreté con fuerza antes de subirme. Me acerque al basurero, y no sólo me despedí de la pandemia, ahora me dare la oportunidad que antes no me di, elegiré aceptarme y romper las ataduras con las que yo misma me he amarrado, elijo ser libre.
Soy Elisa, pero también... No, ahora si soy Elisa.
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Mascarillas Afuera.
Short Story¿Quién es Elisa? Un relato honesto y conciso de los sentimientos encontrados de una joven estudiante durante el contexto de Pandemia, quien se ve enfrentada al cambio más reciente y decisivo, algo diferente para algunos y para muchos la realidad mis...