Amor verdadero

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Caminaba fúrico por la ciudad, cualquiera que lo viera saldría corriendo, creerían que era algún tipo de mafioso o algo similar...

Entro a las oficinas tratando de calmarse, no era culpa de sus compañeros y lo sabía, respiro profundo y se metió al lugar, aunque sonreía todos se dieron cuenta... Atsushi estaba de un humor de perros.

Nadie iba a decir nada... nadie excepto Dazai, claro está, se acercó a él lentamente sin temor a su mirada enfadada y concentrada en papeleo.

-Oi Atsushi-kun, quizá sea una cosa mía, pero algo me dice que estas molesto.

El albino choco los papeles contra la mesa y lo volteó a ver, el castaño se sorprendió de sentir una gotita de sudor frio correr por su nuca.

-No, no me pasa nada -dijo y se levantó para cerrar una caja de papeles que llevaría al archivero.

Akutagawa era un estúpido eso lo tenía claro, tenía tantas ganas de ir encontrarlo, así estuviera en la mafia, pegarle un buen puñetazo en el rostro y mandarlo a volar, pero se relajó y se concentró en su tarea.

Regreso a su escritorio a trabajar en su portátil mientras que surgía alguna misión que se le fuera asignada, suspiro pesadamente cuando su mirada se desvió a la ventana... suspiro, el día estaba siendo largo y pesado, y eso que acababa de comenzar.

Miro a la ventana recargándose en su mano, sin darse cuenta se había dejado llevar por su mente...

-¡Te odio! -un grito de Akutagawa, uno de rencor y odio que pareció viajar en el viento.

Atsushi había visto furioso al azabache, le quería jalar el pelo darle una buena patada y dejarlo ahí tirado... ni decir de lo que el azabache se imaginaba.

-¡Pues yo te odio más! -le espeto el otro, habían comenzado a pelear hasta los golpes, usaban muy conscientemente sus habilidades, por así decirlo, no se mataban, aunque sabían que más o menos tendrían oportunidad.

Vamos que algo es algo.

Siempre era lo mismo, peleas y promesas de odio, todo su alrededor les recordaba constantemente al otro, jamás podían dejar de pensar en ellos... ese corte desigual, esos mechones con puntas blancas, esos ojos purpuras como el atardecer con dorado como el sol... esos ojos negros como la noche, pero cálidos, sus movimientos en batalla que se hacían cada vez más diestros más efectivos demostrando su gran capacidad, sus movimientos elegantes con sus suaves ademanes a la hora de atacar, su risa, sus comentarios, su asombro, sus a veces alarmantes problemas respiratorios... se odiaban con toda el alma.

¿Qué si se protegían al punto de estar dispuestos a dar la vida por el otro? Claro que sí.

¿Qué si se ponían nerviosos si sabían que el otro estaba herido o había tenido un problema? Sin ninguna duda.

¿Pensaban en el otro hasta viendo las cosas más estúpidas? Claro que sí.

¿Pensaban en el otro constantemente, en sus gustos o si esto o aquello le gustaría? No hay necesidad ni de ponerlo en duda.

Cosas de enemigos, claro.

Esa mañana habían peleado como de costumbre en un desafortunado encuentro en plena calle, lástima que acabo literalmente en golpes, Atsushi no se sorprendería de saber que tenía un moretón en las costillas, aunque no podía dejar de pensar en el posible el moretón que le había dejado en la mejilla y se sintió completamente culpable.

Pero es que tratar con ese hombre era imposible.

A veces odiaba todo lo que decía... era desesperante.

True love -shin soukoku oneshot-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora