Capítulo 3 La invaciòn de Ángeles

1 0 0
                                    

A la mañana siguiente, Cielo llegó a la mansión Inchausti

con ansiedad y preocupación. Quería ver nuevamente a

la pequeña Alelí, esa nena dulce que ya se había ganado su

corazón, y también deseaba conocer al resto de los chicos

que allí vivían. Pero tenía que ocuparse en la mansión de

dos tareas fundamentales: limpiar y cocinar. Limpiar, mal

que mal, podía hacerlo. No tenía ninguna experiencia, pero

tampoco se trataba de una ciencia. Pero cocinar le resultaba

tan ajeno como pilotear un avión. Jamás lo había hecho y

jamás podría lograrlo, creía. Y lo principal: se moría por

cruzarse otra vez con el churro de Nicolás.

Había una diferencia esencial entre Nicolás y Cielo. Él era

un negador. Apenas la conoció se enamoró de ella, pero le

costaría mucho reconocerlo, tanto que ocultaría durante un

tiempo su sentimiento bajo la máscara de la solidaridad. En

cambio, Cielo tenía el sano hábito de ser absolutamente

sincera consigo misma. Tal vez se permitía, a veces

demasiado, no serlo ante los demás. Reconocía que, en

verdad, ayudar a Alelí y a los otros chicos que aún no

conocía era una razón para estar allí, pero no negaba que el

principal motivo de esas mariposas que sentía en la panza

era volver a ver al rubio. Como no lo negaba, admitía que

estaba en un problema serio y sin solución: le gustaba un

hombre que se iba a casar en breve. Y ella, ante todo, era

una buena persona, jamás le robaría el novio a otra mujer.

Sin embargo, allí estaba, presentándose a la hora

convenida. Cielo no era, ni remotamente, puntual. Llegaba

siempre tarde e inventaba en el momento excusas

imposibles. El hecho de que esa mañana llegara a la

mansión cuando faltaba un minuto para las nueve,

demostraba que había allí algo que le importaba mucho. Y

ya no se trataba del rubio, tenía la sensación de que algo

importante estaba comenzando.

La recibió Justina, quien exageró de forma intencionada su

habitual malhumor y prepotencia. Sin responder al amable

saludo de Cielo, apenas entró en la cocina le tendió un

uniforme de mucama. A Cielo no le gustaban los uniformes,

pero evaluó que no era una buena manera de comenzar

negarse a usarlo. Se encerró en un pequeño toilette de

servicio, y se lo puso. No pudo evitar hacerle unos retoques

para verse mejor. Se abrió un poco el escote, para que

pudiera lucirse una hermosa cadenita que le habían

regalado sus viejis, y se subió un poco la falda. El uniforme

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 05, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

casi angelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora