No te vayas.

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Seung Min llevaba cuatro años casado con Hyun Jin. La mitad de ese tiempo se les había ido con el deseo de tener un hijo, cosa que en cierto punto se sintió como un sueño inalcanzable, pues aunque sí los entrevistaban y les permitían llenar las fichas de inicio del trámite de adopción, nunca podían llegar a nada. Después de todo, era complicado que los tomaran en cuenta porque ambos eran hombres.

No obstante, el mayor le recordaba a su esposo que no debían perder las esperanzas. Ser una pareja joven también podía ser una ventaja para ellos. ¡E hicieron bien al no rendirse! Se alegraron mucho cuando finalmente se les llamó por teléfono para hacerles saber que ya podía comenzar el procedimiento judicial para adoptar a un bebé llamado Jung Won y, desde la primera vez que se les dejó sostener a ese pequeño entre sus brazos, éste se convirtió en su adoración.

Incluso unas cuantas lágrimas de alegría escaparon de los ojos de Seung Min en ese momento. Y así fueron una familia llena de amor durante otro año... Pero el menor empezó a convencerse de que no podrían seguir de esa manera por mucho tiempo más.

El fuerte llanto del pequeño pelinegro desgarraba el corazón de Seung Min. Aunque el pequeño de dos añitos ya tenía puesto su pijama y parecía estar listo para irse a dormir, todavía le hacía falta una cosa: su peluche favorito. Se trataba de un suave y adorable perrito color café de orejas caídas, el cual era el primer obsequio que recibió el bebé después de que sus padres terminaran el largo proceso de adoptarlo.

Seung Min se movía por toda la sala, buscando al cachorro de peluche entre los cojines del sofá, debajo de la mesa del centro y detrás del gran librero y de cualquier otro mueble que viera, incluso si eran sitios en los que ya había revisado tan sólo unos minutos atrás.

—Tranquilo, mi cielo, debe estar por aquí. Te prometo que lo encontraremos pronto —le habló a su hijo, haciendo todo lo posible por no desesperarse o entristecer más al contrario.

—Papi... —Lloriqueó—. Quiedo a mi perito...

Agotado, el adulto pasó sus dedos por su ya desordenado cabello castaño claro y soltó un suspiro. Luego se acercó a Jung Won y lo cargó sólo para llevarlo hasta el sillón individual, pues creyó que ahí estaría más cómodo que en el suelo y que de alguna manera podría tranquilizarse un poco.

—Me temo que tampoco está en su habitación —de repente escuchó la voz de su esposo, un hombre joven de lacio cabello negro y casi un metro con ochenta centímetros de estatura, con piel blanca y un lunar pequeño cerca de su ojo izquierdo—. Se está haciendo muy tarde, estoy cansado y ya no sé en dónde más buscar a ese cachorro, Seung Minie.

—Pero... tenemos que seguir hasta encontrarlo. Nuestro pobrecito Jung Wonie no puede dejar de llorar —dijo el castaño, cada vez más preocupado por el niño que seguía sollozando y frustrándose por no tener a su peluche favorito con él.

—¿Crees que hayamos olvidado ese juguete en el parque? —Hyun Jin compartió una posibilidad—. Ahora que lo pienso, no puedo recordar haberlo visto en la carriola cuando estábamos regresando.

—Yo tampoco... ¡Tal vez tienes razón! ¡Debemos ir a buscarlo, Hyunie!

—¿Qué? —Alzó una ceja—. No, no estás pensando en salir ahora mismo e ir hasta allá, ¿o sí?

—¿Se te ocurre alguna otra idea? —Preguntó el más bajo mientras quitaba con cuidado los rastros de lágrimas en las mejillas de su hijo.

Aquella acción era dulce, pero no servía de mucho, pues el llanto de Jung Won aún no había cesado. Necesitaba su peluche para irse a dormir, no podía hacerlo sin él.

—Mejor vamos a buscarlo otra vez en la habitación —sugirió Hyun Jin al notar la angustia en la expresión facial de su esposo—. Lo encontraremos, ¿sí?

No te vayas [HyunMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora