1.NIKOLAI

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—Maldita sea.

Nikolai Markov sabía perfectamente que ese era su fin.

Estaba oculto entre unos enormes arbustos a las afueras de Alemania, esperando a que el convoy enemigo se alejara para poder huir de ahí. O que se detuviera la molesta lluvia que llevaba días cayendo sobre ellos, como mínimo.

Pero no sucedía ni una cosa ni otra.

Apretó fuertemente el rifle.
—Maldita sea. — volvió a repetir por enésima vez.

A su lado, su compañera habló.

—Maldiciendo no resolverá nada, Mayor. — dijo la mujer y miró a través de los binoculares de nuevo, buscando algún punto ciego, pero cada vez que parecía encontrar una ruta de escape sin que fuesen vistos, los soldados enemigos los bloqueaban, como si le estuviesen leyendo la mente. Se dijo en varias ocasiones que, si fuera creyente, pensaría que alguna clase de divinidad estaba ayudando a los enemigos.

Pero ella no creía en nadie ningún Dios. Era una mujer de ciencia.

—No vamos a salir vivos de esto. — susurró el otro soldado que estaba ahí. El estorbo, le decía Nikolai.

Aparte de Nikolai y su mano derecha, el joven había logrado salir vivo de la emboscada al pelotón esa misma madrugada. 500 soldados bien entrenados, armados hasta las duelas de sus pesadas botas, de los cuáles solamente tres habían quedado vivos.
Odelle y Nikolai lo miraron, molestos.

—No debimos abandonar el campamento. Si el coronel se entera…

—El coronel está muerto, Cabo Segundo. — dijo Odelle— Por si no lo recuerdas, le dispararon en medio de los ojos…

—Odelle.

—A él y a todo nuestro pelotón.
—Odelle.

—Nosotros fuimos listos al huir. A menos, claro, de que quieras morir también, entonces te dejaremos aquí. Después de todo, con esa pierna, eres una carga para…

—¡Es suficiente, Teniente McTavish!— le ordenó Nikolai en un tono demandante, con su deformado acento ruso. La chica musitó un bajo “discúlpeme”, y volvió a mirar a través de los binoculares.

El joven cabo miró su pierna herida, luego le lanzó una mirada amarga a la teniente.

La teniente Odelle McTavish, al igual que el joven Mayor, era parte de la armada militar alemana, pero a diferencia del cabo, de quien ninguno de los dos recordaba su nombre, ellos estaban ahí a la fuerza.

Mientras escuchaban todo el alboroto que los enemigos traían a su alrededor y hacían el mínimo de ruido, Odelle (encogida dentro del arbusto donde meses antes ella y Nikolai habían hecho una trinchera secreta), recordaba aquellos tiempos en los que era una simple estudiante de Medicina General en la Universidad Alemana. Ella y Nikolai se habían conocido al compartir el mismo dormitorio, siendo él un estudiante de Ingeniería Aeronáutica.

Desde el instante en que estrecharon sus manos ese primer día, Odelle y Nikolai habían creado un vínculo tan profundo que se habían jurado esa noche donde consumaron su amor, que nada iba a separarlos.

Soltó una risa amarga al recordarlo. Qué ingenua había sido.

—Si nos rendimos, ¿creen que nos dejarán vivir? — la molesta voz del soldado interrumpió los pensamientos de la Teniente, pero decidió ignorarlo.

—Cabo, ¿todavía tiene el encendedor? — lo llamó Nikolai, rebuscando entre sus bolsas el artefacto. El cabo le señaló el bolsillo izquierdo de su chaqueta y él se inclinó por el encendedor.

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⏰ Última actualización: Mar 14, 2024 ⏰

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