El Jacho y los insectos. PT. 1

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María necesitaba de distracción, tras la universidad, las tareas, incluso de su novia, Vanesa. Se quejo internamente al recordar a la susodicha, esa chica pelirroja de hoyuelos y linda sonrisa, nuevamente otra queja; le resultaba imposible el enojarse con ella, incluso cuando iba en contra de sus propios pensamientos o ideas, eso era pues, por lo que se sentía cómoda y feliz a su lado.

Después de su primera semana en la universidad, Vanesa había sido parte fundamental en su vida a lo largo de tres años, mismos que habían pasado desde la preparatoria e incluso en las vacaciones, sin embargo, cada familia tiene sus defectos y María no era una excepción.
Su madre visitaba con frecuencia la iglesia y le aconsejaba a hacer lo mismo, no era mala con ella, ni mucho menos, no obstante, cuando la morena le informo que tenia gustos distintos a los que ella esperaba y que, por mucho que le doliera, no le interesaba el casarse y darle nietos; su madre ardió en cólera en seguida. Vanesa le aconsejaba que conviviera con su madre y tratara de entenderla o al menos, que le acompañase a la iglesia de cuando en cuando. Debió de hacerle caso esta ves.

"Intenta socializar"

Le había dicho.

"Trata de divertirte"

Escucho en alguna ocasión.

Ahora que lo pensaba, ¿Con que facilidad le obedecía y se reconciliaba con ella? y más importante, ¿Como se le ocurrió salir con rapidez de entre sus garras y las de su madre, rumbo a una fiesta clandestina en la que no conocía a nadie? Si bien, el grupo de WhatsApp, se lo había pasado una compañera de su facultad, eso no significaba que la susodicha estuviera ahí, mucho menos una noche como esa, siendo día de muertos.

Una llamada telefónica le saco de sus pensamientos, formando un mohín en sus comisuras labiales en cuanto el dulce apodo de su novia, cubrió la pantalla.

¿María?

—Perdóname por dejarte de esta forma, simplemente quería estar sola.

No, no lo menciones, simplemente dime ¿Donde estas? o ¿A donde vas?

Justo como lo suponía, Vanesa iría tras su rescate o bien, le haría preguntas acerca de la fiesta y la obligaría a sacar información de la persona con la que estaría o, al menos, el lugar de su paradero y anfitrión, eso hubiera estado fantástico, si lo hubiera hecho.

 ¿Que le diría?

"Antonio dará una fiesta cerca de la costa, tiene una cabaña y música en vivo, o ¿Era la cabaña de su primo? Quizá sea de uno de sus vecinos, también es administrador de este grupo, el cual no conocías."

No. Claramente no sonaba nada bien.

—Una compañera de mi facultad, tendrá una pequeña fiesta en su casa, algo tranquilo, me invito y quise ir.

¿Una fiesta? ¿Justo hoy? ¿Día de muertos?

Okay, no sonaba tan bien como creía. Estaba lejos de casa, caminando entre la maleza con aquellas zapatillas grises, llenándose de arena.

—Mira, estaré un rato acá - Movió su mano, buscando alejar de ella los moscos, retomando la llamada. —Te prometo regresar y, si no estoy cómoda, entonces te llamare de regreso.

Su teléfono vibro, brillando ante la nueva notificación. "Quizá por otro móvil que no este por morir".

María. Solo trata de...

—Vane. ¿Vanesa?

Aun en muchos casos, la compañía era mejor que la soledad, la luz era mas bonita que la siniestra oscuridad y, por sobre todo, caminar a su lado, alejaba cualquier pensamiento tenebroso de sus engañosas emociones. ¿Cuanto le faltaba por llegar a la costa? o tan siquiera, divisar la tan mencionada cabaña. Sus brazos picaban, los moscos avanzaban y se alimentaban de ella como un pedazo de carne; se quejo a lo bajo al instante en que un nido de tarántulas llego a su campo de visión.

Uno.

Dos.

Su teléfono vibro, la pila se agotaba y la señal había disminuido por alguna extraña razón. El viento soplo, sintiendo el aroma de la marea, la costaba estaba cerca. Algo se movió bajo sus pies, chillo, corriendo rápidamente, con la mirada en su móvil, la linterna encendida y su corazón  palpitante.

Tres.

Cuatro.

Observo la costa, la tan ansiada costa, sus pulmones ardían, exigiendo  oxigeno y, por más rápido que corriera, parecía que se alejaba con cada paso; su pie se doblo, grito, cayendo instantáneamente entre la maleza, girando por la fuerza, perdiendo el móvil que había dejado de brillar por el impacto.

Cinco.

Gimió al intentar pararse. Gateando entonces.

Seis.

Humedad. Se sentía húmedo cerca de su pantorrilla. La luna se escondía de ella y, al parecer, la entrada a la costa también, inhalo con fuerza en cuanto apoyo su peso en el tronco de un árbol, un fuerte aroma a pescado, inundo sus fosas nasales. María gimoteo, tocándose la fría zona que se había rasgado entre las rocas, sacudiéndose la arena.

Siete.

Brillante, cálido, reflejaba aquello que María anhelaba en aquel momento. Demasiado rápido para suspirar con alivio y lo suficientemente tarde para reaccionar.

Ocho.

Necesitaba su teléfono. Se removió en su lugar, buscando la forma de esconderse y, al mismo tiempo, de encontrar su teléfono y salir de ahí "Maldito el momento en que pensé venir". Ahogo un grito, quitando los escarabajos que comenzaban a rodear la y a encimar cele, gateando con prisa hasta el próximo de los arboles.

Entonces le vio, el hombre ardía, llameante y lleno de agonía; como si el infierno le hubiera escupido y alejado de sus infernales garras, sin consuelo ni bondad, profano. Eso era aquella alma. No comprendía, María no poseía la mejor de las lógicas o al menos, creía que era una broma perfectamente elaborada. Lo suficiente para ser real.

Nueve.

Sus bellos se erizaron, controlando su respiración, eliminando el ruido. Se acercaba con paso lento, preciso en cada pisada, firme en conseguir aquello que necesitaba para descansar. María se inclino, apretando sus labios, toqueteando la arena. Lo encontró. Justo entre un par de ramas. Lo tomaría. Llenaría de evidencia su galería y saldría de ahí, pidiendo ayuda. Besaría a su amada Vanesa y le prometería no volver a cometer estupideces como esas en su vida.

"Quizá en otra vida.."

Diez.

Su mano perfectamente posicionada entre la cámara y el interruptor de encendido, su fina sonrisa cubriendo sus comisuras labiales, no tardo en convertirse en una mueca; levantando el rostro, recorriendo con sus dulces ojos almendrados, el fuego vivo parado frente a ella.

Cinis Sacrilegii.

Si estas suficientemente cerca del fuego, te quemas, suficientemente cerca del frio, te quemas. Pero no seas tibio, porque a esos los escupiré de mi boca.

Grito. Grito como si su garganta fuera desgarrada, como si sus manos fueran cortadas y como si su corazón se volcase de su pecho. Los insectos le persiguieron, justo como plaga egipcia. Si maría seguía viva, no lo sentía, pues de aquellos ojos carmesí, ella no veía vida.

Cinis Sacrilegii.





Palabras: 1108

Batería: %21

Tema: El jacho.

Característica: Insectos.

Concurso de escritura: Hallowequeer.

Cinis Sacrilegii: Del Latín, significa, "cenizas de sacrilegio". Por el motivo de que el jacho busca las cenizas de la cruz que quemo y eso se considera sacrilegio.

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