A las 7 de la mañana del viernes de un frío invierno, preparándose para ir a clases, Carolina Márquez intuía que aquel iba a ser un mal día. Nada más levantarse su hermanita pequeña se puso a llorar y su madre, que dormía mal por las noches, se despertó y le echó la bronca. A continuación descubrió que la camiseta que iba a ponerse estaba manchada y las tostadas se le quemaron. Apenas una hora despierta y ya deseaba no haberse levantado.
Miró su móvil, «Buenos días cielo». Era un mensaje de Carlos, su especie de "novio", que moriría aquella misma tarde atropellado por un antiguo Ford Fiesta verde muy extraño al cruzar una calle. En realidad no eran más que amigos especiales, ninguno de los dos quería tener pareja, pero tampoco querían estar solos, y se sentían muy bien juntos. No contestó hasta que no se marchó de casa y la música inundó sus oidos. Estaba de mal humor y no quería pagarlo con nadie. «Buenos días» le dijo, lamentaba ser tan seca pero no le salía nada más. Él debió adivinarlo porque no le respondió hasta las 11:45, cuando tuvo un descanso. Un mal día lo tiene cualquiera y sabía que a veces lo mejor era estar solo.
Cuando llegó a clase, Carolina recordó que ese día tenía que entregar un trabajo sobre inmunología a su profesor de Biología. Por suerte lo hizo la semana anterior y siempre llevaba la carpeta con ella.Si la vida fuese una película seguro que se le habría olvidado la carpeta pero por suerte no lo era, a lo mejor no iba a ser tan mal día. Las siguientes horas fueron entretenidas, su carrera le gustaba y disfrutaba con las asignaturas. Excepto con Estadística. Era la peor asignatura y por diferencia, nunca se le dieron mal las matemáticas pero prefería sin duda Lengua y Literatura Española antes que aquello.
«Cuando haces de comatrona» decía el mensaje de Carlos, junto a éste había una foto en la que aparecía él con un ternero recién nacido en brazos y ambos parecían asustados, él porque le parecía muy frágil el animal y el animal porque no sabía quién era ese que lo tenía en brazos. Carlos estudiaba veterinaria y aquel día estaba de prácticas en una especie de granja. Aquel mensaje en el descanso para el almuerzo entre clases fue lo primero que le hizo sonreir en el día.
Los viernes terminaba antes las lecciones y no tenía prácticas por lo que le daba tiempo a llegarse al videoclub a por una película y verla antes de que llegase su madre com su hermana pequeña y todo fuese un caos de nuevo. Quería ver 7 Almas pero cuando llegó a la tienda, el comerciante, que se llamaba Sallahadin y la conocía de muchos años, le dijo que el último que la sacó la entregó en mal estado y no se veía. Carolina no pudo evitar ponerse de mal humor pero Sallah -así podían llamarlo sus amigos- enseguida sacó una cajita con delicias árabes que compraba en una pastelería de su pueblo natal en Marruecos y hablaron un rato mientras comían algunos de los dulces. Los había con muchas formas pero todos sabían exactamente igual a pesar de que algunos tenían mermelada de fresa o almendras. Ella suponía que era por el sabor tan fuerte de la masa, que anulaba cualquier otro. Renunció llevarse otra peli y decidió irse a casa. Al menos estaría tranquila.
Al llegar se encontró a su padre.
-¿Qué haces aquí? -preguntó ella.
-Hoy tenía poco trabajo y he salido antes -dijo Pedro, su padre.
-¿Te encuentras bien Carol? Parece como si no quisieras que estuviera aquí.
Su padre siempre la llamaba así, excepto cuando se enfadaba con ella, en cuyo caso la llamaba por su nombre completo, con apellidos y todo.
-Tengo un mal día, no te preocupes papá -dijo ella de camino a su cuarto.
Dos horas y media más tarde la despertó la melodía de Do I wanna know de Arctic Monkeys, su canción favorita. Se espabiló todo lo rápido que pudo y descolgó el teléfono. Era su amiga. Sí. Vale. A las 6. No, no me llevo a Carlos. Miró el reloj, las 5. Tendría que comenzar a prepararse. Puso algo de música mientras se duchaba y mientras se secaba el pelo tarareó una canción de Lana del Rey. Cuando miró los mensajes en el móvil recordó que le dijo a Carlos que se pasase y se vieran un rato. ¿Por qué habría quedado con sus amigas? Era difícil verlos a ambos, a ellas no les caía del todo bien él y él, que no pertenecía al grupo, se sentía desplazado cuando estaba con sus amigas. Cuando se acercaron las 6 salió de su casa y le respondió. «He quedado con mis amigas» «¿Nos podemos ver mañana?» Se sintió un poco mal, pero enseguida se acordó de que llevaba un mal día y le echó la culpa a esto, diciendose a sí misma que quería verlo cuando estuviera de buen humor.
«No te preocupes» «No pasa nada» En realidad sí pasaba, pero ¿qué podía decir? ¿Que había quedado primero con él y parecer egoísta y poco comprensivo? Decidió que era mejor opción no darle importancia. Pero la tenía. Había rechazado unos planes con gente que hacía tiempo que no veía solo para verla a ella. Para evitar no ponerse de mal humor él también se puso un pantalón de chándal, una camiseta de propaganda y cogió su mochila, dispuesto a ir a hacer deporte a un parque.
Casi tres horas más tarde a Carolina empezó a remorderle la conciencia. Encima no le había respondido después de sus últimos mensajes. No era justo, él era comprensivo con ella y ella ni siquiera le respondía. Se sentía mala persona. Cogió el móvil. «¿Puedes venir un rato?» Para su sorpresa él respondió a su mensaje en un corto espacio de tiempo. «Voy a ir a casa de mi hermano» Volvió ese remordimiento y escribió de nuevo en el móvil.
Casi a media hora en coche de donde estaba ella, Carlos no se lo creía. A veces Carolina actuaba como una niña pequeña, ahora sí, ahora no, y diez minutos más tarde ahora sí de nuevo. Mientras se estaba duchando su hermano le mandó un mensaje diciendo que si podía ir a su casa por no-se-qué de un mueble. No era el mejor plan para un viernes por la noche pero al menos era un plan y no tendría que quedarse en casa. «Por favor» «Quiero verte» Leyó los mensajes y no supo qué responder. Él también tenía ganas de verla pero no era justo, rechazó otro planes por ella y ahora tendría que dejar a su hermano en la estacada. Si no la veía se sentiría mal, y si iba a verla también. Cruzó despistado una calle, pensando qué iba a responder. No vio el peligro de color verde que se le echaba encima.
ESTÁS LEYENDO
Once vidas
RandomOnce vidas. Once historias. Conectadas entre sí de algún modo. Todo lo que hacemos repercute en algo, a veces sin darnos cuenta.