1. Padre nuestro que estás en los cielos...

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El día deportivo intercolegial en teoría era una gran idea

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El día deportivo intercolegial en teoría era una gran idea.

Reunir a los cinco colegios más importantes de la ciudad para competir en una serie de eventos en el nuevo (y recién inaugurado) centro deportivo de la ciudad, darles un espacio a los emprendedores para vender y crear un ambiente de sano esparcimiento para los jóvenes de la ciudad, alejándolos de las drogas y el pandillerismo.

Sí, muy idílico todo.

Pero en la práctica...

—Todo está bien, todo está controlado—repitió una mujer, vestida con jeans y una camiseta deportiva con el logo de la alcaldía, intentando calmar a los demás—. Solo fue un pequeño incidente, nada más...

—¡La próxima vez, vas a ver! —le gritaba un chico a otro, al mismo tiempo que era jalado por uno de los policías que patrullaban el área—. ¡Te voy a sacar la chucha!

—¡A ver, vente pa'cá y hazlo! —masculló otro, quien era apartado por un profesor—. ¡Ven, chucha!

A parte de la mujer de la alcaldía, nadie más parecía sorprendido por el altercado. En especial porque durante el transcurso de la mañana ya habían sucedido unos tres encontronazos entre varios estudiantes, pero aquel era el primero que casi había llegado a lo físico.

Algo increíble teniendo en cuenta que todo había sido por la final de una partida de ajedrez.

Cuando los dos chicos fueron sacados del área, el resto pareció regresar a la normalidad. Formando filas frente a los puestos de comida, observando las pequeñas artesanías desplegadas bajo los toldos con el logo del Ministerio de Cultura, la música brotando desde la tarima principal para ambientar la zona o simplemente huyendo del fuerte sol de sábado a las ocho de la mañana.

Y luego estaba Dev, parado bajo un toldo junto a la entrada principal con un raspado que empezaba a gotear por su mano y cara de pocos amigos.

«Rosa, Rosa...» pensó al mismo tiempo que la buscaba con la mirada entre la multitud «¿Dónde carajos estás?».

Y como si la hubiera invocado, Rosa Chen apareció luchando por abrirse paso entre la multitud con una botella de agua en la mano. Su cabello corto estaba atado en dos cortas trenzas y los pantalones largos con el logo de Nuestra Señora de la Pureza la hacían parecer más pequeña de lo que era.

—¿De qué me perdí? —fue lo primero que preguntó cuando se acomodó a su lado, hombro a hombro. —. Escuché la bulla y vine corriendo.

—No puedo creer que me veas y lo primero en lo que piensas es en el chisme —dijo mientras le pasaba el vaso de papel—. Ni un ¿Estás bien? o tal vez un ¿Estás seguro que no te navajearon?

—Y tu deberías agradecer que encontré agua para ti —respondió ella, pasándole la botella que aún goteaba—. Casi me navajean a mí, así que sí. Merezco que me cuentes el chisme.

Todavía te odio, SamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora