Moneda de cambio

II

Abrió los ojos temprano, a pesar de que era domingo. Sasuke maldijo su insomnio y la imposibilidad de dormir hasta tarde. Realmente nunca había sido perezoso, pero había días en que deseaba quedarse en cama durmiendo hasta tarde y sus ojos no cooperaban. Así que simplemente se desperezó, se lavó los dientes, y bajó por algo para desayunar.

Cruzó la estancia y el salón y fue directo a la cocina. Una de las sirvientas se ofreció a llevarle el desayuno a la cama, pero se negó; otra más se ofreció a prepararle un café pero Sasuke volvió a declinar la oferta. Tenía manos para hacerlo, por dios, no era un inútil. Mientras esperaba que el café estuviera listo, no pudo evitar que sus ojos oscuros se pasearan por toda la habitación hasta posarse sobre el periódico que yacía flojo en el desayunador.

Se acercó con una mirada inquisitiva, y frunció los labios cuando vio la portada del periódico. En la foto se apreciaba a dos hombres bailando, muy juntos, en un íntimo abrazo: Naruto y él, válgame dios. Lo peor no era la cercanía, no, ni el abrazo, tampoco, lo peor es que él lucía como un imbécil: con la punta de las orejas rojas y Naruto susurrándole algo al oído. Dios, se veía como una colegiala en medio de la pubertad y no como un adulto hombre de negocios. Gruñó por lo bajo con el mal humor subiéndole por el cuerpo y azotó el periódico sobre la mesa. Maldita sea.

"¿La nueva pareja millonaria del año?" se leía como el título de aquel ridículo pedazo de papel. Sasuke sabía que estarían en las portadas de los periódicos y las revistas, pero nunca se imaginó que sucedería tan pronto. Seguramente su padre se regordearía ante la noticia.

Alguien tocó el timbre de la entrada pero no le hizo mucho caso hasta que, minutos después, una sirvienta entró en la cocina.

— ¿Quién era? — preguntó, sorbiendo tranquilamente su café pero aún aniquilando la portada del periódico con sus ojos asesinos.

— Oh, trajeron flores, joven Sasuke. — murmuró con gracia la mujer de mediana edad, con una sonrisa ilusionada pintada sobre los labios.

— ¿Flores?, ¿para qué o quién? — volvió a cuestionar, agrio.

— Para usted. — dijo ella, aún con los ojos soñadores. Sasuke abrió tanto los ojos que sintió que se le salían y casi escupe su café. La sirvienta continuó: — Ojalá los pretendientes así nunca se acaben, joven. Las flores siempre serán el detalle más lindo que alguien pueda recibir, ¡y qué flores le han mandado! — y siguió diciendo más cosas que Sasuke ya no escuchó porque salió como un rayo.

Un ramo gigante, hermoso y pulcro, cubría toda la mesa de la entrada. Rosas rojas perfectamente cuidadas y en su punto más bonito, formando un simple círculo tupido de más y más rosas, ¿cuántas?, ¿quinientas? Sasuke no se pondría a contarlas, por supuesto que no. Eran demasiadas. Pensó en quién podría ser el imbécil que se las mandó, pero lo adivinó pronto cuando divisó la tarjeta en medio del ramo.

"Espero que aceptes salir el siguiente viernes conmigo a cenar.

Uzumaki Naruto."

Sasuke sonrió por lo presuntuoso del mensaje. ¿Quién se creía ese bastardo con cara de idiota?, ¿que aceptaría su tonta invitación para ir a cenar después de que lo había besado a la fuerza? Si lo conociera un poco más, o se hubiera tomado el tiempo de conocerlo antes de aventársele como animal en celo la noche anterior, podría haber descubierto que él odiaba los regalos cursis, sobre todo las flores. Sasuke no era un hombre romántico, ni le gustaba recibir regalos a menos que fueran cosas prácticas, pero ese tal Uzumaki se había tomado la libertad - y el atrevimiento - de mandarle un extenso ramo de rosas rojas. Aunque, bueno, viéndolo bien, debía aceptar que Naruto tenía buen gusto: era un ramo elegante. No había listones, moños, nada de cursilería. Incluso el diseño de la tarjeta era sobrio. Había ido directo al grano. Y cuando Sasuke se acercó - solo por curiosidad, claro - a las rosas, pudo percibir un aroma masculino a colonia fresca. Era la que Naruto traía puesta la noche anterior cuando él le olisqueó el cuello. Bueno, aquello le agradó.