La lluvia golpeaba contra sus cuerpos con fuerza y el viento en ocasiones provocaba que les fuera difícil el lograr mantenerse en pie, el moreno observaba los movimientos del contrario con cierto temor.
"No, Diluc..."
Pensaba una y otra vez, temeroso en sacar su espada ante la afilada e intensa mirada que el pelirrojo le dirigía. Kaeya desde el primer momento supo que Diluc explotaria al revelarle la verdad, pero incluso aunque aquello fuera más un hecho que una posibilidad había una tonta esperanza de que no fuera así, que podrían solucionar las cosas como siempre solían hacerlo.
-Diluc...- murmuró, recordando, repasando todos aquellos años en los que había disfrutado de su vida junto al contrario, recordando aquel juramento de lealtad, aquel que habían sellado como hermanos jurados, ¿cómo fue que pensó en tan siquiera cumplir con ello? Desde el momento que había pisado Mondstadt había mentido, toda su vida se basó en aquella mentira y sólo en aquel momento con la partida de su... El padre de Diluc no pudo soportar la idea y el pasado volvió, la mentira regresó a él y las dudas fueron inevitables.
¿Qué sucedería?, ¿qué camino debería elegir? Cuando llegue el momento, ¿Con quién se quedaría? Era un golpe para él, uno duro, pero que lo regresó a la realidad, había vivido una vida de ensueño hasta aquel momento donde su pasado le estaba comenzando a cobrar el olvido.
-No te atrevas a llamarme- exclamó con ira el contrario, alzando aquel mandodoble, mientras las llamas comenzaban a envolverlo y su visión brillaba ante aquella acción, sin estar consciente de sus reacciones, retrocedió.
No quería.
No podía, algo aún dentro del de mirada zafiro le impedía sacar su espada, le impedía pasar por su cabeza el pelear con Diluc o permitirse hacerlo y era claro que antes lo habían hecho, ambos habían tenido alguno que otro duelo, pero no como aquel que amenazaba por comenzar, no de aquella forma y mucho menos con el propósito de realmente dañar al contrario y eso lo quebró. Porque Diluc, aquel chico con el que se había jurado lealtad, con el que compartió su vida durante esos años, en aquel instante podía verlo en su mirada, en sus acciones y en cómo apretaba con fuerza su arma sabía que quería dañarlo.
Le dolía incluso sabiendo que lo merecía, que el se había ganado el odio que ahora Diluc le mostraba y quizás merecía morir, no había llegado a tiempo para salvar a Crempus, les había mentido a todos y al final solo era un simple espía con la misión de que su nación renaciera de entre las cenizas.
Era un traidor.
Un impostor en Mondstadt, aquella que le abrió los brazos con gusto y el brindó el afecto, cariño y amor que en su corta vida de aquel entonces jamás había experimentado.
El primer golpe interrumpió sus pensamientos y sin tan si quiera poder analizar lo que se encontraba sucediendo su espada bloqueo el ataque del pelirrojo en contra de sus propios pensamientos y sentimientos, pero en aquel momento donde sus miradas chocaban y se encontraban cerca Kaeya observó con dolor el odio, la repulsión y el resentimiento que crecían cada vez como una llama sin control, pero el solo temía, dudaba y se negaba a seguir con ello, pero ¿Cómo podía evitarlo? Incluso aunque pensara que merecía todo aquello, su cuerpo se negaba a cooperar, pero por Barbatos no quería morir, pese que pensara que lo merecía Kaeya no deseaba morir y mucho menos que la persona que le arrebatara la vida fuera la única persona que le quedaba.