PRÓLOGO

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DAMIAN

Tenía trece años y estaba mendigando en la calle la primera vez que la vi.

Cualquiera que me conozca ahora se sorprendería de que me sentara en las escaleras de la estación de metro con una cesta
de mimbre deshilachada balanceada sobre mis rodillas, pidiendo cambio. Sin embargo, no fue por elección. Nunca fue por elección.
Y por muy humillante que fuera para mí humillarme ante extraños, día tras día, aprendí algunas lecciones valiosas sobre la naturaleza humana.

Cuando un padre tiró a su hijo al otro lado de los escalones para que no me tocara, para que no se acercara demasiado, ese niño aprendió en ese instante a verme como algo sucio. Algo peligroso. Algo diferente. Nunca se deshacen de la idea, tampoco. Se inculca demasiado joven. Luego, con el tiempo, me volví invisible para ellos. Un paisaje, en lugar de un niño asustado
cuyo padre lastimará a su madre si no trae a casa suficiente efectivo.

En todos esos años que pasé mendigando, hubo una niña, sólo una, que fue arrancada en la dirección opuesta a la mía y se resistió.

Y ella se convertiría en mi razón de vivir.

-Probablemente esté drogado. - el hombre se inclinó y le susurró al oído a la niña, tratando de sacarla de la estación, probablemente hacia el parque o una juguetería. Un lugar al que
los niños normales tienen que ir. -Arya, vamos.

-No. Tiene hambre. - Sus grandes ojos color chocolate se llenaron de lágrimas. -No podemos dejarlo aquí.

El hombre estaba exasperado. -Estará bien. No es nuestra responsabilidad.

- ¡Pero tenemos mucha comida en casa! ¡Podríamos darle un poco!

-Arya- dijo el hombre. -No me hagas cargarte.

Tuvo mucha suerte de no haber intentado hacer eso.

Lo habría asesinado.

En el momento en que eligió desafiar al hombre y discutir en mi nombre, se convirtió en mía.

Arya, que no podía tener más de siete años, cruzó los brazos, la piel de porcelana de su cara se volvió roja. -No me muevo.

-Oh, Jesús. Aquí no. - El hombre mayor sonaba realmente asustado, el sudor comenzaba a aparecer en su frente.
-Por favor, no hagas un berrinche aquí.

-Dame la naranja de tu bolsillo.

-No, Arya...

- ¡Dámela!

Se necesitó mucho para detener el tráfico peatonal en una acera de la ciudad de Nueva York. Se necesitó aún más para hacerme reír, pero se las arregló para hacer ambas cosas. Porque el sonido que salía de esta pequeña y angelical chica venía directo de las fosas del infierno. Ella hablaba en serio.

Finalmente, el hombre cedió, entregando la naranja.

Ella sonrió, la imagen de la inocencia una vez más. -Gracias, padre.

Suspiró. -Date prisa.

Cuando ella comenzó a caminar en mi dirección, mi corazón se abrió paso hasta mi garganta. Mis manos temblaron. Sentí un millón de cosas a la vez. Vergüenza por la suciedad de mi cara,
por el hecho de que era un mendigo. Sentí humildad al ser defendido por esta pequeña niña que no me debía nada. Sentí como si el sol brillara en mi cara por primera vez en mi vida. Pero sobre todo, sentí amor.

La amé, incluso entonces.

Me lanzó una mirada de complicidad, como si hubiéramos ganado una victoria compartida, y colocó la naranja en mi mano, sin molestarse en evitar que nuestros dedos se cepillaran.
Mientras yo pelaba la naranja con hambre, ella retorció un extremo de sus trenzas castañas en sus manos.

-No tienes que dormir aquí, ¿verdad?

Aclaré la emoción de mi garganta. -No.

-Oh, bien. - Sus hombros se relajaron, pero su labio inferior tembló ligeramente. -Si tuviera mi propia casa, te dejaría venir a quedarte conmigo. Todo el tiempo que quisieras.

Tragué fuerte. -Creo que lo harías.

-También tendría muchos cachorros con los que jugar. Mi padre es alérgico, así que no podemos tener ninguno, pero yo quiero uno con muchas ganas- susurró, con los ojos empezando a brillar. - ¿Te gustan los cachorros?

Nunca había tenido ni siquiera una mascota, pero me preocupaba hacerla sentir aún más triste por mí. No quería que volviera a estar triste. -Claro, me gustan. ¿A quién no?

Mi respuesta la hizo sonreír y fue tan pura, tan amable, que me olvidé de la naranja en mi mano. - ¿Cómo te llamas?

Lo que quieras que sea. -Damian.

-Soy Arya.

Su padre la llamó con impaciencia.

Arya miró por encima del hombro y se retorció las manos, pareciendo que realmente quería quedarse. Para hablar con el
mendigo, en lugar de ir a un lugar elegante con su bonito vestido azul. Un segundo después, dejé de respirar cuando se inclinó y
me besó la mejilla. -Debes ser muy valiente- susurró, justo al lado de mi oreja. -Y los valientes de mis libros siempre ganan al
final. Así es como sé que todo va a estar bien para ti.

Incapaz de hablar, sólo asentí, viendo a su padre
arrastrarla.

Fue la primera vez que me animaron o me hicieron un cumplido. Sosteniendo la naranja en mi mano, me sentí... renovado. Con sus palabras susurradas en mi oído, podía tomar la ciudad entera, hacerla mía y gobernarla con un puño de hierro.

Y lo hice.

Hacerla mía era lo siguiente.

DADDY'S WORST NIGHTMARE [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora