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"Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros."

-La rebelión en la granja

En una tarde fresca de febrero donde el sol comenzaba a calentar las calles y el ambiente helado desaparecía. Alisa terminaba de cepillar su cabello tan oscuro como la noche que caía en pequeños rizos hasta su cadera . Su madre la observaba desde la puerta de la habitación y le sonría risueña por el pensamiento ridículo que le acababa de cruzar por la cabeza. Su pequeña estaba creciendo tan rápido, puesto que era la menor de tres hermanos y dos de ellos ya eran lo suficientemente mayor como para no vivir en casa.

Era fácil recordar cómo llegaba frustrada por ser humana cuando fue consciente de que todos a su alrededor tienen diferentes dotes, se apresuraba a contar como sus compañeros pertenecían a otras especies. Últimamente se reunían con más frecuencia con Emilio y Mónica. Su madre aguantaba las ganas de volver a preguntarle si seguía pensando lo mismo, ya no tenía esa expresión triste o nostálgica al llegar a casa. Todo lo contrario, había un brillo en sus ojos que le daba esperanza de que ella estaba bien.

Alisa volvió a ver a su madre con una sonrisa. Llevaba un suéter morado ligero y cargo negro.

-¿Cómo me veo?

Respondió que se veía hermosa.

Alisa sintió un pequeño retorcijón de culpa en el estómago, planeó junto a los mellizos ir al bosque a curiosear con la excusa de quedarse a ver una película. Arrugó la nariz y trató de ocultar con la mano aquella mueca que le surgía hacer cuando mentía. Tomó su bolso cargado de objetos. Entre ellos escondía un libro que hablaba de criaturas extintas, mitos, historias. Se despidió de su mamá con un beso en la mejilla, prometiendo que esta vez no se quedaría a ver los créditos. Quedaban solo dos calles para llegar a casa de Mónica y Emilio que corrían con la suerte de ser mitad humanos y mitad hada. Fascinante... ¿No?.

Alisa solía pensar con frecuencia qué tal vez su papá podría ser un licántropo, pero la verdad es que tener mucha barba y pelo en el pecho no te hacía un hombre lobo. Pensar en eso hizo que tuviera ganas inmensas de reír por todo el camino, aunque a duras penas intentaba no parecer demente. Gracias a sus propios pensamientos

El camino había pasado muy rápido, se encontró tocando la puerta de sus amigos. Tocaba tres veces por el personaje de su serie favorita: "Sheldon El gnomo Cooper". Lo negativo es que solo lograba tocar dos veces porque uno de los Dones que le concedieron a Emilio era su habilidad para correr a gran velocidad (tenía prohibido participar en los maratones en el instituto).

—Hola, Alis- abrió sonriente y con las mejillas rojas, Emilio.

Detrás de él su hermana bajaba apresurada por las escaleras rojas como un tomate.

-¡Emilio! Te ha dicho mamá no le gusta que corras por las escaleras- gruñía Mónica, sus ojos se iluminaron al ver a Alisa- Llegaste.

«Alis, como te extrañe. Emilio está muy emocionado» dijo telepáticamente. Ese era el don que le habían concedido sus ancestros en la ceremonia de las hadas.

-Oye no estés diciendo esas cosas- exclamó enfadado su hermano.

-Ah, es que todavía no controlo cómo comunicarme con una sola persona- Confesó avergonzada.

Emilio parecía un poco distraído después de partir al bosque, afortunadamente su zona residencial quedaba fuera de la ciudad y esta vez se dirigían a la zona para llegar a la montaña y subir el camino de tierra que lleva aproximadamente unos 350 metros, desde ahí se contemplaba la ciudad. Esa era la meta. Mónica y Alisa caminaban agarradas del brazo de la otra susurrando para ellas, solo faltaba cruzar bajo el pequeño hoyo de la cerca de alambre. Emilio se detuvo.

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⏰ Última actualización: May 30 ⏰

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