¿Quién eres? Esa pregunta era constante en mi mente. Desde temprana edad recuerdo haberte visto en algunos de mis sueños, pero jamás tomé importancia hasta ahora. Solo permanece el recuerdo de la primera vez que te conocí en ese otro mundo.
Nubes oscuras cubrían el cielo anunciando lluvia. El paisaje me era familiar al igual que reconocía a la mayoría de las personas.
Mi familia había decidido caminar hacia una calzada de piedra y sin hacer preguntas al respecto yo les seguí. Durante el camino charlábamos, no sentía nada anormal hasta que llegamos a un rio con aguas revueltas, violentas y grises. En el medio del rio había una muralla delgada de concreto donde las personas caminaban para cruzar al otro lado. Al ver como mi familia cruzaba me animé a seguirles, pero al primer pasó me dio temor. Aun así, seguí, iba a la mitad cuando resbalé. Justo en ese momento me ayudaste, evitando que cayera y me ahogara entre las violentas aguas.
Me susurraste "Tranquila, solo camina", seguí tu consejo y ambos caminamos hasta llegar al otro lado. Al voltearme hacia ti solo pude distinguir tu ropa roja, pero no tu cara. Mi prima se acercó a nosotros, pero cuando quería agradecerte ya no estabas. Fue cuando desperté con una sensación rara en mi pecho.
Las siguientes veces fueron cuando era una adolescente, justo cuando me enamoré por primera vez de un compañero de clases. En ese momento todo comenzó a volverse extraño, te soñaba y al despertar comenzaban a pasar cosas raras en mi habitación.
Mis sueños de ese entonces comenzaban siempre con mis amigos paseando en cualquier lugar y después cambiaba el escenario de manera brusca. El chico que me gustaba aparecía y yo le buscaba, sin embargo, no dejabas que me acercara a él diciéndome que estaba más segura a tu lado. No te tenía miedo, al contrario, me sentía segura mientras me abrazabas, pero al despertar una misteriosa incertidumbre me abrumaba.
En mi vida cotidiana me sentía observada y vigilada. Comentaba mis sueños con mis amigas y algunas me decían que era mi necesidad de tener un novio. Paso el tiempo y desapareciste al igual que esa sensación, así que seguí de manera normal mi vida. Pero volviste, justo en uno de los momentos más complicados de mi vida.
Vi tu rostro por primera vez. Eras un poco más alto que yo, tu cara hecha de rasgos finos pero masculinos, tu cabello corto azabache, tu piel morena y ojos de un color casi ámbar que me miraban con ternura. Me sonreíste y con voz grave me pedías perdón por desaparecer, asegurándome que no volvería a suceder. Enseguida desperté con mi corazón latiendo a mil por hora. Observé mi habitación notando como la lampara de mi escritorio parpadeaba, con agilidad me levanté a prender la luz y mirar la hora en mi teléfono. Eran las 3 de la mañana. Esa noche no dormí.
La noche siguiente traté de descansar y ahí estabas, molesto y con tus brazos cruzados. Traté de huir, pero no parecía moverme cuando volviste a atraparme entre tus brazos, evitando que escapara. Mencionaste con enojo "No te alejarás de mi". El temor me invadió y con desesperación intentaba escapar. Al despertar mi madre estaba en la puerta de mi habitación mirándome con preocupación, salí de la cama y corrí a abrazarla.
Tus palabras seguían en mi mente, me decía a mi misma que era un simple sueño hasta ese día.
Saliendo de la universidad me dirigía a la parada de autobús para regresar a casa, cuando escuché esa voz grave que me estremecía de miedo y al instante tus brazos me atrapaban nuevamente.
—Te atrapé, cariño