VI

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Bastián tomó el último sobre entre sus manos, en él un sello que reconoció por experiencia propia pero con un remitente que le hizo fruncir el ceño.

Desdobló la carta que había adentro y ese fue el principio del fin... La carta, decía lo siguiente:

Mi estimado Señor Moulian...

Queda de mi mandarle un afectuoso saludo, esperando pueda recibir esta carta.

Si es así, me da gusto ser yo mismo quién le informe de mi buen estado de salud. Espero que sea de la misma forma para usted.
Mi buen estimado muchacho, la guerra ha terminado por ambas partes, aún que ambos sabemos que eso, no es el del todo cierto... Pues la historia siempre es cíclica y se repite ella misma por los errores del ser humano. Sin embargo, si mis suposiciones son ciertas y del corto tiempo en el que le conocí, puedo presumir que en su persona la razón y la conciencia prevalece aún más.

Por mi parte la vida me ha dado una segunda oportunidad, he vuelto a mi casa con mi esposa e hijos y ahora, he tomado enserio mis planes con mis tierras que cosecho, para un soldado veterano como yo, a veces el sur de Francia es increíblemente aburrido, sin embargo soy feliz... Espero y rezó por que usted también este disfrutando de su segunda oportunidad.

¿Recuerda lo que le dije ese día en el campo de batalla?

El mundo necesita gente que piense que las guerras son inecesarias.

Estoy feliz conmigo mismo de saber que al menos ayudé a un hombre a salir de ese infierno, sabiendo que tendrá un mejor futuro. Cuando lo vi llorar por ese pobre niño al que la mala suerte le había seguido, cuando noté que usted no era un hombre de guerra, supe que tenía que ayudarlo de inmediato, es usted una buena persona. Estoy contento de saber que ayude a una buena persona.

Aunque si le soy sincero, Monsignor Moulian, encontrar su dirección no fue tarea fácil, espero que haya podido recibir mi carta, hágamelo saber por favor, espero saber más de usted.

Y si un día decide viajar al viejo mundo, sepa que en este lugar pequeño de su amada Francia hay un amigo que lo espera con gusto.

Se despide de usted, Mounsinor Moulian.

Un amigo.

Emil Jouvet.

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