Capítulo Uno: Húmedo.

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"Maldito imbécil".

La paciencia de Jeon Jungkook se agotó a las cinco y cincuenta y dos de la tarde. Ya había descartado la idea de salir a pescar: el horizonte amenazaba con un batallón de nubes tormentosas y, además, hacía tanto calor y era tal la humedad, que aquello parecía un sauna, más que una casita en un bosque de Mandeok-dong.
Apoyado contra la barandilla del porche, dio un último sorbo de cerveza fría, se secó el sudor de la frente y frunció el ceño al ver el movimiento de un arbusto tras el que se estaba ocultando ese chico.
No sabía quién podía ser el espía, ni por qué llevaba tres horas vigilándolo con unos prismáticos más grandes que su cabecita. Puede que Jackson hubiera enviado a alguien, a pesar de que había jurado no molestarlo si aceptaba la misión de Seoul.
Claro que muy tranquilo no lo había dejado. De hecho, en los dos primeros días de vacaciones, ya lo había llamado cuatro veces... Hasta que Jungkook, por fin, había descolgado el teléfono.
Lo cual podría explicar la presencia de aquel intruso, pensó disgustado.

Al mirar por sus propios prismáticos, Jungkook vio que se trataba de un hombre, joven, castaño, rechoncho comparado con su cuerpo, pero no con sobrepeso ni nada parecido; llevaba botas, pantalones caqui ajustados y, sin duda, carecía de experiencia como espía.
No aguantaría mucho allí. Entre el calor, la humedad y la tormenta que se avecinaba, tendría que marcharse en menos de una hora... o los mosquitos se lo zamparían de cena.
Le daba igual. Él aún tenía once maravillosos días libres. Había vuelto a su ciudad natal, Mandeok-dong, para asistir a la boda de su amigo Kim Namjoon, y eso era lo único que pretendía hacer, aparte de pescar, beber cerveza y pensar en las musarañas.

Un ligero movimiento detrás de los arbustos llamó su atención. Puede que Jackson necesitara algo de verdad y que hubiera enviado a ese chico como mediador...

Kim Taehyung oyó el primer trueno y supo que estaba en apuros. No bastaba con que hiciera un calor húmedo derretidor, sino que ahora para colmo, tenía que empezar a llover. Y a juzgar por el tamaño de las nubes que cubrían el otrora cielo azul, iba a ser todo un chaparrón.
Genial, pensó mientras bajaba los prismáticos y se secaba el sudor de la cara. Desde luego, eso de ser detective privado tenía mucho glamour.
Aunque tampoco era el, el rey de la moda. En tal caso, no estaría tirado tras un arbusto, con pantalones caqui de camuflaje. Los diamantes y la ropa cara eran para los ricachones de Gwangju, no para un chico de una ciudad pequeña, como Bisan-dong, se dijo Taehyung mientras se llevaba los prismáticos a los ojos de nuevo.

¿Dónde se había metido el señor Jeon Jungkook?
Enfocó a un lado y a otro del porche que llevaba vigilando casi toda la tarde... Habría entrado por otra cerveza, decidió Taehyung. Sin duda, hacía calor para seguir bebiendo y, aunque a el no le gustara, en esos momentos agradecería cualquier cosa refrescante. Miró hacia el lago, se imaginó lanzándose al agua, suspiró y se concentró en su misión.
Al menos, aunque las condiciones de trabajo no fueran las mejores, el sujeto merecía la pena. Jeon Jungkook era un hombre rompedor: alto, de denso pelo negro y potente mentón; tenía una cara mezcla de estrella de rock y guapetón de revistas del corazón, piernas largas y musculosas, y sus brazos y ancho pecho podían paralizar el corazón de muchas mujeres y hombres. No podía decir de qué color eran sus ojos, pero apostaba a qué eran un marrón oscuro.

Aunque no tenía intención de acercarse tanto como para comprobarlo. Por el momento, solo necesitaba hacerle unas fotos, vigilarlo un par de días y luego informar a la señora Min, Kong Minjung.
Y teniendo en cuenta lo amigable y dicharachera que era la gente de Mandeok-dong, habría mucho de que informar.
Chan Bei-sul, una morena delgaducha que trabajaba de cajera en un mercado de la ciudad, no había parado de hablar al mencionar Taehyung el nombre de Jeon Jungkook.

—¿Conoces a Jungkook? —había preguntado la cajera con sorpresa.

—Es amigo de un amigo. —respondió Taehyung, encogiéndose de hombros.— Me pidió que lo saludara de su parte si pasaba por aquí.

—Debe de ser tu día de suerte. Jungkook ha estado fuera catorce años, pero volvió hace tres días. ¡Menuda coincidencia! ¿No?

—Increíble. —aunque, en realidad, Taehyung llevaba siguiendo a Jungkook desde Ulsan.— ¿A qué ha venido? ¿A ver a sus padres?

—Jungkook no tiene padres, a no ser Lee Sunmi. Fue su madre adoptiva unos meses, pero murió hace un par de años. Está aquí para la boda de Kim Namjoon y Kim Seokjin, la semana que viene.

—¿Kim Namjoon?— había repetido Taehyung, interesado.— ¿El tres veces campeón nacional de motociclismo?

—En carne y hueso. Quién iba a decir que una celebridad como Kim Namjoon viviera en Mandeok-dong, ¿Verdad?

Y tanto, pensó Taehyung mientras pagaba una novela policiaca, una tableta de chocolate y una botella de agua. Había sido seguidor de Namjoon desde que su hermano Mark lo había llevado a una carrera de motos por primera vez, a los diecisiete años. A más de una mujer y un hombre se les había roto el corazón al anunciar Namjoon su retirada.

—Namjoon y Jung Hoseok fueron lo más parecido a una familia para Jungkook. Al pobre lo abandonaron nada más nacer... —había proseguido Bei-sul.— De pequeños siempre estaban juntos... ¿Quieres unos melocotones? Están de oferta: dos bolsas por ciento cincuenta wones.

—Sí, me llevo cuatro. —cualquier cosa con tal de que la mujer siguiera hablando de Jungkook.— ¿Dices que lo abandonaron?

—Se dice que en la puerta de una iglesia. Aunque siempre ha habido muchos rumores sobre la vida de Jungkook. Sobretodo, desde que se hizo mayor... Ya sabes a lo que me refiero.— había añadido con picardía.

—¿Así que está quedándose en casa de Namjoon hasta el día de la boda?

—No, no. Ha alquilado una de las casas de Park Jae-sang, junto al lago. Pasó por aquí hace tres días y compró comida suficiente para alimentar a toda la ciudad, así que supongo que se va a quedar una temporadita... Igual me paso a visitarlo un día de estos, por si necesita algo... Son mil wones.— había concluido Beisul.

La siguiente visita de Taehyung también le había suministrado información en abundancia. Kai Yankow, la canosa gerente de la oficina de alquileres inmobiliarios de Mandeok-dong, tuvo la amabilidad de indicarle que aún quedaban casetas disponibles junto al lago.

—¿Segura que hay más gente alquilada? —preguntó Taehyung.— No quiero ser entrometido, pero eso de ser, bueno, no tan grande y fuerte y estar allí solo...bueno, creo que me sentiría más seguro sabiendo que hay alguien más cerca.

—Toda precaución es poca, siendo pequeño, bonito. —dijo Yan.
—Pero no te preocupes, cariño. Hay un matrimonio celebrando su luna de miel y en la casa número tres está Jeon Jungkook. Te daré la cuatro, junto a él.

—¿Jungkook? —Taehyung fingió asustarse. —¿Lo conoces?

—¡Por favor! ¡Todo el mundo conoce a Jungkook en Mandeok-dong! Pero no te creas todo lo que dicen de él. Sólo levantó un poco de polvo antes de alistarse en el ejército. Y aquel problema que tuvo con Kang Daniel hace veinte años no fue culpa suya. Jungkook es buen chico, te lo aseguro.
Justo cuando iba a preguntar qué problema en concreto había tenido con Kang Daniel, sonó la campana de la oficina y entraron dos hombres.

—En seguida los atiendo, señores. —los saludó Yan, sonriente, ante de dirigirse a Taehyung de nuevo y entregarle su llave. —Todas las casas tienen teléfono. Si quieres algo, no dudes un segundo en llamar.

Después de salir de la oficina, Taehyung tomó la autopista, la abandonó por la desviación que conducía al lago y, veinte minutos después, descargó la compra del jeep, la metió a la casa, se puso nuevamente los pantalones caqui y salió una vez más con los prismáticos.
Pan comido, pensó al localizar a Jungkook, sentado en el porche de su casa. Sacó un par de melocotones y comenzó a comer tranquilamente.
Pero a medida que fueron aumentando la temperatura y la humedad, el pan comido empezó a indigestársele.
Y cuando le cayó la primera gota en la mejilla, y luego la segunda, y el cielo se rompió con un rayo y un trueno amenazante, Taehyung comprendió que debía dar la investigación por terminada. Ya continuaría el día siguiente.
Guardó los prismáticos en su mochila, se puso a gatas y anduvo ahí unos metros... Hasta chocar contra algo muy sólido. Y humano.

Levantó la vista lenta y temerosamente y se quedó sin saliva al reconocer, frente a el, a Jeon Jungkook, el hombre por el que tanto había preguntado.

La verdadera pasión.ºkooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora