Mi padre no estaría orgulloso de estas palabras, pero me gusta ese humano, por mucho que la vida lo pise siempre termina levantándose. Es increíble admirar como pese a encontrarse en un callejón sin salida, sigue ahí plantado mientras espera que de alguna forma se abra una puerta delante de él. Es persistente y no pierde la esperanza jamás, sin importar la situación sigue luchando porque en el fondo de su corazón sabe que no es uno más. Ese hombre se llama Alastor y es mi juguete personal.
Me interesé en el cuándo era niño, no es habitual que haga tal cosa, sin embargo, ya desde que era un niño se veía que poseía una fuerza interna excepcional. Rara vez nacen niños como él, dónde su cuerpo y su mente son aptos para ser algo más que un simple humano. Incluso entre los que nacen, la compatibilidad es un factor a tener en cuenta, un error de cálculo traería consigo consecuencias desagradables. Pero no había error posible, ese hombre estaba destinado a mí desde el mismo momento de su alumbramiento.
Tal vez por ser consciente de ese privilegio, he disfrutado enormemente manejando los hilos de su vida. Lo he torturado haciéndole pasar penurias para dar forma a su temple y los resultados han sido extraordinarios. Por intenso que fuera el sufrimiento que le causara, él seguía adelante, no se rendía. Eso me hizo ser aún más cruel y así fue como le he hecho llegar a la vida adulta sin tener nada. No tiene familia, en muchas ocasiones no tiene ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca, ni hablemos de un techo donde resguardarse. Lo único que le he permitido tener en abundancia es el dolor. Estoy orgullosa de decir que he logrado que este lo acompañe cada día de su vida. Pensar que pese a todos mis esfuerzos no lo he quebrado, ha sido la experiencia más excitante de mi vida. Es tal el placer que provoca a mi cuerpo que pese a todos mis esfuerzos por resistir la tentación, he de admitir que me masturbo por las noches por el morbo que me provoca su capacidad de soportar el sufrimiento.
Puedo sonar cruel y retorcida, pero no todo es lo que parece y a veces tu posición instaura unos grilletes en tu vida que son difíciles de romper. Esa prisión es lo que me motiva a hacer lo que hago, quiero volar, quiero ser libre y tomar mis propias decisiones, no en vano, no sé lo que es el amor. Mi padre jamás me ha mostrado una muestra de cariño, los hombres que me desean no están a mi altura y no tienen permitido tocarme, ante ese panorama ni tan siquiera he experimentado el acto sexual. Pensarás que eso no me da derecho a manipular la vida de los demás y tal vez tengas razón, ¿pero quién eres tú? ¿Un humano? ¿Una humana? Vuestras fútiles vidas se escurren entre vuestros dedos en un suspiro mientras yo estoy maldita con la inmortalidad. ¿Puedes imaginar vivir durante toda la eternidad sin ningún entretenimiento? ¿No, verdad? Pues entonces no me juzgues por tratar de combatir el aburrimiento mortal que supone mi existencia. Ese es el motivo por el cual considero normal que me guste jugar con él, ¿qué sería de mí sin este sustento? Prefiero no saberlo.
En cualquier caso, no tiene sentido que me lamente, por mucho que lo haga la situación es la que es y no va a cambiar, ¿o tal vez si?. Eso dependerá de lo útil que resulte mi juguete y si soy sincera, creo que me lo voy a pasar aún más en grande gracias a él. No en vano mi vida ha sido mucho más divertida desde que lo encontré. Es por ello que soporto el castigo de ser la hija de Lucifer, la eterna princesa del infierno. Francamente, me da asco que todos me rindan pleitesía por miedo a las represalias de mi padre. La adoración no está tan mal, que nadie se atreva a posar su mano en ti porque la perdería es un factor determinante para comprender mejor mi molestia. Aún recuerdo a mi primer pretendiente, pobre infeliz. Él era un demonio de una noble casa y todo hacía indicar que era un partido apropiado, eso me hizo pensar que mi padre lo aceptaría. Por ese motivo me dejé llevar por la curiosidad de conocerlo, joder, ¿tenía derecho a sentir que alguien me quería verdad? Craso error por mi parte, su vida no tardo en extinguirse. Aunque a decir verdad, lo pasé bastante bien, por primera vez en mi vida alguien se interesó por mí y fue una sensación agradable, si bien, no tanto como ver a mi padre descuartizarlo ante toda la congregación de demonios. Han pasado cincuenta años y su cabeza sigue clavada en una pica. Suelo visitarla de vez en cuando y cada vez que la veo me hace sonreír al recordar sus gritos de agonía. Desde entonces nadie más se atrevió a posar su interés en mí, en fin burocracias de mi posición que no vienen al tema.
Lo único que importa es que los próximos veinte años van a ser aún más divertidos y lo serán si consigo terminar de doblegar la mente de mi humano. No me falta mucho para ello y una vez lo logre, ese hombre tendrá una nueva vida junto a mí, una vida de desenfreno y muerte, una vida a mi servicio.
No es una mala vida, a fin de cuentas soy Artemisa, la princesa del infierno. Ser mi siervo es un privilegio para cualquier ser vivo y ya va siendo hora de que Alastor acepte su destino a mi lado. Pronto, muy pronto va a comenzar su aventura y el mundo humano se teñirá de sangre.
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La calidez de un resplandor
FantasyHa llegado la hora de conocer a Alastor, un hombre maltratado por la vida hasta límites insospechados. Desde que tiene uso de razón se ha limitado a soportar un drama detrás de otro, sin embargo, cuando parece que su vida está orquestada a seguir su...