1 - ¿Por qué existen las dichosas alarmas?

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¿Por qué existen las dichosas alarmas?

Si se que es una pregunta retórica pero es que no existe un peor día, que un lunes por la
mañana a las 7 y que el maldito sonido del móvil te este molestando haciéndote levantar de tu plácido sueño.

Esos típicos donde te encuentras tumbada en una hamaca hecha de Maui, con un coctel metido dentro de un coco y las pajitas que tienen un tirabuzón, por supuesto que no falte la sombrillita, eso si que no, si no le quitaría todo lo especial a la bebida.

El sombrero de paja, la fina tela de un pañuelo envolviéndote los hombros, el libro perfecto, el bañador perfecto, la brisa del mar..

- ¡Hazel he escuchado yo la alarma y mira que estoy en la cocina! - gritó mi madre haciéndome salir de mis fantasías - ¡ y más te vale salir de la cama si no quieres que te saque yo!

Y con eso se dio por finalizada la amorosa y cariñosa conversación de madre e hija, o como yo lo llamaba; un buen despertar.

De vez en cuando solía hacer eso cuando me quedaba mucho más tiempo en la cama así que le había puesto ese apodo.

Siguiendo las palabras de mi madre me levanté perezosa de esta, sabiendo que no lo volvería a hacer nunca más después de este año.

Ya que me encontraba en mi último curso escolar en el instituto, iba a ser difícil de asimilar, pero podía con ello.

Mi mayor preocupación era que mi madre viniera a mi habitación así que rápidamente cogí una sudadera celeste y rebusque en el armario hasta encontrar unos pantalones cortos.

Rápido me até las Vans negras típicas. La verdad es que era una de las pocas cosas que solía cuidar mucho.

Fui al baño para lavarme los dientes, el sabor de menta de la pasta era muy muy fuerte siempre hacia que me ardieran los ojos, lo bueno era que era duradera y no parecía que no hubiera tocado un cepillo en años.

Lo último que me quedaba era el pelo, que no era de los típicos que eran lisos que con una sola pasada hacia que se me arreglaran, pues no, era todo lo contrario, si me lo peinaba se bufaba y parecía el Rey León. Si, tenia el pelo rizado, pero también ondulado algo muy raro.

Normalmente no me lo solía arreglar mucho, hoy no iba a ser una excepción, la verdad es que ya me había acostumbrado a la presencia de mis compañeros de clase, me habían visto dormida, muerta del sueño, riéndome a carcajadas o llorando por un suspenso, así que no, no me importaba.  Ya se había vuelto una costumbre porque llevábamos dos años seguidos en la misma clase, todos juntitos, así que el ambiente era cómodo en la mayoría de los aspectos. Me dedique a echarme agua para que no quedase tan despeinado y retocármelo un poco con las manos.

Sali del baño y vi a mi madre también llegar con unos papeles que posiblemente eran de su trabajo.

Sabéis esas madres trabajadoras que como único objetivo que tienen es cuidar a sus hijas y pagar un montón de hipotecas, facturas de la luz, trabajar, asegurarse de que su hija tiene un buen futuro y que no se meta en problemas. Que son un poco gruñonas, pero a la vez cariñosas y que cocinan genial.

Esa es mi madre.

Mi madre es una mujer de descendencia polinesia de piel morena igual que la mía, con el pelo un poco más rizado que yo y de complexión bajita, trabajaba en el Hospital del pueblo, se llevaba bastante bien con casi todos los vecinos. Gracias a eso nunca había tenido ningún problema al hacer amigos por parte suya, se podía decir que yo era una persona bastante abierta, en el instituto siempre saludaba y me saludaban, aunque siempre tenia esa amiga especial, en mi caso era Gia.

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⏰ Última actualización: Jun 17 ⏰

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